A horas en que la gente tranquila duerme
Sobre sus cálidos lechos recostada,
La melodía de notas enlutadas
De la lira trágica suena de Euterpe.

Es compás para versos de elegía,
Lamentos mudos de una muerte anunciada,
Muerte no de cuerpo sino muerte de alma,
Versos que anuncian el fin de mis días.

Ciego en placeres de vahos mundanos
Que llevaron mi vida en raudo galope,
No me vi cruzando el funesto Aqueronte,
Dejando escapar lo vital de mis manos.

¡Díganme cuerpo! que más ya no poseo,
¡Díganme cosa! que más ya no puedo ser,
Que cuando el alma de un hombre ha de perecer
Vale lo mismo que el cielo sin cielo.

Nada nací y a la nada misma vuelvo,
Pero no de nada es de lo que fenezco;
Muero de todo y cuanto sé merezco,
Muero siendo ave sin conocer el vuelo.

Cuando el momento llegue de mi epitafio,
Escriban negras letras sobre la loza:
“El hombre que inerte y solo aquí reposa,
Fue sombra amorfa de triste y largo llanto”.