"-Cuidado con la lascivia lunar", me dijo cierta vez una bruja.
Me reí mucho, por la combinación de esos dos elementos, qué tenía que ver un astro con el sexo?
Años después asistí a una fiesta y allí conocí a una mujer de tez muy blanca y labios rojos carmesí.
Con sendas copas de champangne caminamos por los jardines de la casona, y desde lejos llegaban los acordes de la música, charleston creo. Nuestra conversación no era muy coherente, estábamos algo bebidos y muy a gusto.
Me dijo riéndose que le miraba muchos los senos, y yo le contesté que sí, porque no era frecuente verlos tan armoniosos y erectos. Entonces,lentamente se desabrochó un bretel de su vestido, no llevaba sostén, y me ofreció un seno.
Yo lo tomé entre mis manos como una joya y con los ojos cerrados acerqué mis labios a su turgencia, escuchando un suspiro que me llevó a más.
Fue la combinación de su belleza, del alcohol, el impulso de los años jóvenes, pues en un momento dado en un recodo del jardín, la tuve entre mis brazos, dejándose hacer y gimiendo con tanta dulzura, que lo sentí como la primera mujer con la cual realmente conocía el néctar del placer.
De pronto, escuchamos la voz de un hombre desde la casona, llamándola. Fue terrible interrumpir nuestra unión. Se vistió en un segundo y alejándose con una sonrisa, desapareció.
La busqué luego en la fiesta, pregunté por ella, nadie la conocía; caminé la ciudad con la esperanza de encontrarla, pero fue en vano
Y su influencia fue tan grande, que durante muchísimo tiempo no me enamoré de nadie, aveces era impotente con las mujeres y tenía que pensar en ella, hacer una sustitución, para poder gozar.
Y ahora que lo recuerdo bien, en aquella noche que me dejó marcado, había una luna enorme, tan blanca como su piel.
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