“En busca de algún niño que no pueda dormir…”
“Cae la noche y es hora de comer en el bosque, salen los seres que le temen al calor del sol, criaturas frías y oscuras que pasan el día escondidas en los troncos secos o en agujeros escarbados en el suelo húmedo. Despiertan y olfatean el aire ansiosamente, anhelando quizás el olor de la sangre. Algunas están cubiertas por escamas, otras por pelos; variando en tamaño y ferocidad según la escala de la cadena alimenticia en que se encuentren. La mayoría es una mezcla de dos o más animales, como sacados de la insana imaginación de un niño… o de una niña.
Algo parecido a una serpiente baja de su escondite entre las ramas, no posee ojos y su única pata lo impulsa tras sonidos que sólo él puede escuchar, se aleja entre los árboles, acompañado del susurro de las hojas apelmazadas bajo su cuerpo
De entre unos arbustos sale un grupo de bichos redondos y amarillentos, poseedores de un solo ojo y cinco patas que avanzan tropezando y rodando. Al verlos, una gran lagartija se lanza planeando con sus desmanteladas alas de murciélago y pasea con increíble gracia la luz que lleva en la punta de la cola frente a la mirada hipnotizada de los cíclopes. Cuando supone llegado el momento atrapa a dos de las crías que gritan y se retuercen al sentir los afilados colmillos atravesar su piel y su fría carne. Se dirige hacia una rama donde engulle satisfecho su botín ante la persistente pero inexpresiva mirada de los padres, los cuales, en caso de no encontrar alimento al final de la noche, tendrán que acabar con la vida de alguno de sus hijos.
Y de vez en cuando los más fuertes y audaces se acercan al pueblo contiguo en busca de algún niño que no pueda dormir…”
La luz se encendió.
- Aquí estabas, Angie, te he buscado por toda la casa. ¿Qué era ese rui…? – La pregunta quedó suspendida en el aire, finalmente la mujer había mirado bien a la niña.- ¿Dónde encontraste esa vieja máquina de escribir?
La niña permanecía inmóvil, ambas manos sobre el regazo, la cabeza gacha y los ojos azules clavados en la hoja gris, releyendo la última palabra una y otra vez.
“Dormir,” pensó. “¿Dormir puede ser una forma de escapar? No, ni siquiera dormir puede salvarlos ahora.”
- ¿Escribiendo poemas? - no se molestó en mirar el papel como si supiera exactamente lo que su hija hacía y pensaba. - Supongo que está bien, pero tendremos que comprarte un computador digno de ti, querida. Sabes que tu padre ocupa el suyo para trabajar, pero como veo que te interesa… ¿que tal uno rosa?
Angie no se movió.
- ¿Sí? Mañana mismo enviaré a comprarlo… Pero ahora tenemos un invitado para cenar, lávate bien las manos y baja a saludar. -Se detuvo en la puerta y tras dar una última ojeada al artefacto, murmuró para sí: - Que cosa más horrible, mañana temprano se irá con la basura.
Cuando se encontró sola, Angie sacó la hoja y la leyó. Era un cuento, aunque bastante corto, pero sólo era el principio. Tenía grandes planes para aquella historia…
La puerta se abrió.
- Señorita, su madre la mandó llamar.
Cuando la sirvienta se retiró, tomó el papel y la máquina de escribir y salió del aquel olvidado cuarto para internarse en un laberinto de pasillos y escaleras repletos de diversos artefactos tan costosos y estrafalarios como inservibles.
Entró en su habitación, la que estaba decorada en todos los tonos de blanco y rosado que pudiesen imaginarse… La odiaba, cada detalle, cada flor y cada corazón esparcidos desde el techo hasta el piso. Guardó ambas cosas en un enorme baúl repleto de juguetes que jamás había utilizado y salió en dirección al living.
-… y no fue nada fácil armonizar una casa tan grande con la cantidad de cosas que adquirió mi marido, cada cuarto constituyó un reto por si solo… - Como siempre, su madre se jactaba de su fino buen gusto y del “trabajo” que había requerido el decorar por completo la mansión Bell.
- Hermosa en verdad, se nota tal dedicación que me parece que cada pieza es un fin en si mismo, que calza a la vez perfectamente con su entorno. Jamás se me habría ocurrido que usted hubiese logrado todo por su cuenta... El Sr. Bell no es muy expresivo en ese ámbito…
-No, Ernesto está siempre muy ocupado, para él estas cosas son asunto de mujeres, que agradable saber que usted posee tan exquisito gusto en cuanto a decoración. Encontrar a un hombre que le importen estos asuntos es realmente fascinante…
- Es imposible no reconocer su talento a cien metros de distancia.
No había sido nada difícil dar en el blanco, con unos cuantos cumplidos la tenía de su lado. Escalar hacia el éxito le había enseñado lo suficiente para sobrevivir y mantenerse en alto.
“El secreto está en los detalles”.
- ¡Oh! ¡Es usted un caballero! – exclamó la mujer entre risas.
Angie se acercaba por el pasillo, consciente de que no se parecía en nada a su madre.
– ¡Al fin llegas! – exclamó esta. - Le presento a nuestra niña – el tono que usaba era el mismo que había empleado momentos antes para describir cada detalle de la casa, como si ella fuera parte de su creación divina también. – Su esposa ya la conoce, pero usted nunca se aparece en las reuniones del té.
- Ejemm…- el que parecía ser el único invitado de esa noche se puso de pie e hizo una ridícula reverencia. - ¿Cómo te llamas, princesita?
- Angie – interrumpió la mujer. – Ella es muda…
- Ah…
- Pero puede escucharlo muy bien.
- Entonces me presento, mi nombre es Antonio y ha sido un placer conocer a una niña tan linda como usted – reiteró la reverencia y la miró, esperando quizás, ver alguna sonrisa en su pálido rostro.
Ella seguía mirándolo fija e inexpresivamente, el hombre desvió la vista y carraspeó levemente.
- Que edad tiene Angie?
- Ocho años.
- Igual que mi muchacho. ¿Y como fue que…? - comenzó la pregunta mientras tomaba asiento de nuevo.
- No desarrolló correctamente sus cuerdas vocales… - dijo la señora Bell sin darle mayor importancia, para luego añadir emocionada: - Pero por otro lado, el nacimiento de Angie fue todo un milagro, fíjese que al nacer tenía dos pequeñas alas en la espalda… |