Y, ciertamente, es así como regreso
cuando ejecuto la mirada del mundo de adentro;
Trasnochado y húmedo de palabras,
con los ojos prendidos de llamas,
la aurora en un bolsillo y la boca parada
en un sueño;
Son las manos inquietas
las que vienen susurrando versos.
Es un andar pausado y onírico en donde me alimento,
cuando son las letras las que llaman;
Y un respiro, una ofrenda, un castigo, una falacia,
un destino incierto…
Es la desazón férrea que se multiplica por cero
y también productivo cáliz, bebido con ansia;
Es un transitar descalzo sobre la estera áspera
del pensamiento, del que vuelvo solo y en silencio
con los ojos huidos, las manos llenas,
y el corazón abierto.
Hasta que un día álgido el no retorno
haga mella en mi pobre hueso,
anocheciendo la memoria en leyenda
- si es que hube de dejar huella,- y si no,
que la palabra sola se revierta a escama,
agarrada y pétrea
en una esquina muda de la lengua
y en un olvido perenne y neutro.
Será, cuando no regrese de la mirada
del mundo de adentro
y sea este desatino por siempre, una locura,
o mi regalo a la tierra y a mi tiempo.
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