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de vez en cuando se sumergía en el agua para sentir que no había nada más a su alrededor. flotaba boca arriba mirando el cielo con los oídos inundados y se preguntaba cuántas personas en el mundo, en ese mismo momento de calma, estarían haciendo exactamente la misma cosa.
la privación de los sentidos.
no sentir nada en el pecho y estar bien con eso. a veces extrañar, porque siempre la perseguían esos mismos ejercicios mnemónicos que alguna vez la afligieron en una habitación en donde habían discos de vinilos que colgaban del techo.
así era todo más fácil, lavarse por dentro, exorcizar sus demonios.
y flotar.
crecer flotando en el agua, como en un útero tardío.
ahogarse, morir con los pulmones llenos de dudas, volver a despertar por la mañana y sonreír un poco.
nadaba porque su reflejo se veía borroso y era menos complicado que mirarse de frente y verse realmente cómo era, una mujer real, llena de imperfecciones y con la cavidad torácica hueca, con un vacío debajo de las costillas.
y atrás siempre el mar. lo buscaba desesperadamente tratando de encontrar algo que la inspirara, que la trajera de vuelta a la vida. y a veces veía que crecía ese deseo y que se hacía inminente adentro suyo y a veces esa libertad la sobrecogía tanto como nadar sola, tanto como hundirse hasta el fondo y quedarse ahí por unos segundos aguantando la respiración,
sola, rodeada de agua. |
Texto agregado el 22-01-2011, y leído por 192
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