Durante las noches de viento cálido la gente platica de lo inoportuno y peligroso que puede ser salir de la morada, alejarse del calor de la hoguera o ha fechas recientes del fulgor de la televisión.
La razón de tales infortunios que pueden pasar se debe; no a los desaires de Ehecatl, sino a los desesperados y extraños hábitos alimenticios del Nahual...
La niña salió de su casa en plan de recoger la ropa que el viento tan diligentemente tiraba por los alrededores de la casa, las camisas del papa lograron planear fuera de la cerca, la poca y parpadeante luz del foco de 75watts y el resplandor de la luna; que se encontraba cerca de alcanzar su plenitud para convertirse en digna luna del cazador, daban poco espacio a los ojos de esta inocente pero ya no tan pueril niña.
Mientras se alejaba cada vez mas y mas de los débiles rayos de luz eléctrica en su absurda batalla por dominar la bailante y burlona ropa, los ojos más extraños y endemoniados que pueden pisar la tierra la observaban desde la fría y oscura protección de la maleza, los juegos que hacían las sombra danzantes con los hilos de luz de luna permitían crearle una mejor piel para poder observa estoica a la pequeña peleadora. Que pensamiento cruzara la mente de la madre que se encuentra preparando la incipiente cena, que pensamiento cruza hoy por su cabeza despeinada, juego perfecto para su cara llena de moretones.
El viento lanzo un calzón a pocos metros de la maleza, la niña levanto otra pieza más y encamino sus pasos hacia el calzón, el nahual espero, encogió un poco el cuerpo, afilo la vista, sus ojos cual cazuela negra sobre un vivo fuego, se abrieron un poco más, era el momento la creatura estaba recogiendo el calzón, y la bestia, el nahual decidió no actuar. Era el momento perfecto, pero para el animal la diversión requería algo más.
Su lado animal lo espetaba a que como común gato casero, jugara con su presa un rato, pero su orgullo de hechicero no le permitían ensuciarse las manos con su presa, por lo que decidió dejar al viento lo que el viento mejor hacia hasta ese momento, juguetear con esa pobre e inocua creatura, esa niña que estaba dejando de serlo para revelarse como una hermosa mujer joven, que se veía hasta ese momento constreñida por su ropa y pueril figura, esa eterna batalla entre el yo anterior y el próximo yo de mujer, esa batalla que muchas veces se pierde, pero siempre deja la recompensa de poder desarrollar una mente mas afilada.
El viento con maestría satisfago los deseos lúdicos felinas del hechicero, la niña danzo oprobiosamente con el ultimo calcetín, empero sus esfuerzos no lograban darle el éxito deseado, el físico torpe y el cálido viento fuerte y fugaz la frustraban, hasta logro en un último esbozo de movimientos poco gráciles, aprender el escurridizo bandido de tela.
Al estirar su mano logro sentir en sus dedos las fibras del calcetín, al mismo tiempo que una de sus pantorrillas sentía una fría y extraña sensación, una pequeña e inocente hoja de la maleza la tocaba, como coqueteando, o quizá advirtiéndole de que en aquel preciso momento en que baja la vista para ver que o quien le provocaba esa extraña sensación en su cuerpo, otro cuerpo mucho más grande, lleno de pelo y con garras y dientes afilados se desplazaba, se abalanzaba cruelmente sobre su infantil cuerpo, las garras y almohadillas del nahual tomaban por el pecho y la parte baja de la espalda a la niña.
Tranquilamente el hechicero procedió a dormir y calmar a su presa, la victima solo pudo soltar la ropa y dejar que el viento, irónicamente, la arrastrara más cerca de la casa, al fulgor frio del foco de 75 watts. Envuelta en la cola del nahual, la niña desapareció, muchos dicen que entre los gritos de desesperación de la madre, se confundía los gritos de dolor, a causa de los golpes dados del doliente, pero poco ayudante padre. |