I
Al cobijo de la luna renovada,
Sea pasada la hora del cenit lunar,
Dictó potencia fulgurante y virginal
Que los rayos en fiesta el cielo cruzaran.

Corriendo en júbilo divino y celeste
Blandiendo sus luces pasaba Mercurio,
Apartaba nubes llevando el anuncio:
“¡Dejad que la alegría se manifieste!

Mirad que viene para estar a mi abrigo,
Por que es mi tarea por todos conocida,
Que en este tiempo la criatura concebida
A mi encargo está por el signo de virgo”.

Y entonces de sus manos unas centellas,
Que a quien les viera los ojos les cegaba,
Cuales sendas flechas al siervo lanzadas,
Colmaron de encantos a la obra más bella.

“¡Cómo es cierto que todo tiene su hora!
¡Verdad que a la noche sucede el día!
¡Verdad es que no existe alma siempre fría!
¡Y que eres hermosa tal como la aurora!”

Así le cantaban desde las estrellas
A coro las sirenas y querubines,
Las nereidas todas tocaban violines
Y los sátiros a flautas y trompetas;

Por que embestida en hermosura toda era
Recién nacida en su cuerpo desnudo,
Si a causa de ella cayó de Troya el muro
Caerán mil veces por ti, mi dulce Helena.