tenía un saco viejo... estaba agotado y con pocas monedas dentro de mi bolsillo... el trabajo me aburría, todo estaba gris y con poca vida... como si no hubiera mucho aire para respirar... llegué a una casa y toqué la puerta. una señora de ojos negros y bastante joven abrió la puerta... me miró a los ojos y preguntó qué deseaba... no recordaba por qué estaba tocando la puerta así que pregunté si allí vivía mi hermano juan... sí aquí vive... ¿le llamo?... dígale que soy su hermano matías, me está esperando dese hace mucho... la mujer entró y cerró la puerta tras de mí... me di la vuelta y empecé a caminar por otro lado cuando escuché la voz de un hombre llamándome... corrí, no deseaba hablar ni ver a nadie, menos a un extraño llamado juan... pero el hombre me siguió y corrió y corrió hasta casi alcanzarme... y cuando estuve cerca de una oscura esquina, sentí una mano a mis espaldas... ¡no te vayas!, gritó... volteé y vi a un hombre bastante menor que yo, y con una sonrisa me abrazó con mucha bondad... ¿quién eres?, pregunté... el me miró a los ojos y me dijo algo que nunca olvidaré: no lo sé... lo abracé y lloramos por mucho rato. nos secamos las lágrimas y nos despedimos por siempre... le di mi viejo saco y todas las monedas que tenía en el bolsillo... y mientras me alejaba mi alma empezaba a flotar, lejos de la carne y volví a respirar, así como las aves al volar...