SORPRESA
Había nacido hace muchos años en un pueblo lejano, colgado entre el horizonte y la tierra en donde nunca sucedía nada. Al nacer mi madre me rechazó y abandonó. Nadie la buscó y ella nunca regresó. Se comentaban varias versiones sobre un suicidio, un empleo indecente, algo de un casamiento fallido, otros niños y, lo más escandaloso prostitución.
Crecí con mis abuelos, algo viejitos, y al morirse ellos, pasé a ser el pibe de todos. Cierto día pasó por el pueblo un sacerdote y me llevó a la gran ciudad. Allí hice mis primeros estudios y luego me incliné hacia la teología. Al ordenarme de sacerdote mis destinos eran diferentes, hasta que después de un tiempo fue a parar en mi lejano pueblo natal. Todo estaba tal cual, el lugar sin progreso, gente mayor, yo diría viejos, y los jóvenes que apenas podían emigraban a la ciudad. No tengo idea sí alguien se acordaba de mi o me halla reconocido. Me llamaba simplemente “Padre Mario”. A mis misas dominicales venían todos, les cuento que hasta los animales, estaban presentes. Los perros en primera fila echados frente el altar, y nadie pudo moverlos de allí. Los demás, cabras, llamas, y chanchos, afuera, parecía como sí hubiesen entendido.
La vida pasaba en esta tranquilidad y monotonía, y languidecía en el tiempo. Hasta que un día pasó algo inesperado. Llegó a este lugar olvidado por todos una mujer ya entrada en años. Habló con el intendente, explicándole que deseaba armar un negocio. Este le ofreció la vieja casona, que hacia rato estaba abandonada. No se interesó sobre el rubro del local. Así apareció el primer boliche en este pueblo, hasta ahora los hombres se reunían en sus ranchos. Una vez acá, otra allá. Al inaugurarse el local a todos los sorprendió un cartel que decía: ¡Solo para hombres!
Adentro había sillas y mesas y se servía bebida, pero al fondo existía una cortina que cubría aparentemente una entrada, y otro cartel: ¡Pase, por favor, cada turno es de 15 minutos! Todos se preguntaban para que, pero la curiosidad era mayor y se formaba una larga cola. Después de estos minutos todos regresaban satisfechos y sonrientes…
El rumor llegó hasta la iglesia, y el cura tomó la determinación, de averiguar por sí solo, aunque se imaginaba de que se trataba. Cierto día entró en el boliche, tomó asiento, pidió un vinito, y esperó los acontecimientos. Era verdad, cada 15 minutos se cambiaban los hombres y todos salían contentos. “¡So, gran P…, yo me rompo el alma, predicando los domingos casi una hora, y todos salen aburridos. Pero 15 minutos es poco tiempo para salir tan conformes, máximo que son todos ya viejos , y no se cocinan de un solo hervor!”
Movido por una gran curiosidad y su sed detectivesca, a él nadie le iba arrebatar sus ovejas, pagó el vinito y formó la cola. Los que salían lo miraban con picardía, y en ultimo le decía: “Pase padrecito, todavía hay gente buena en este mundo, le aseguro que en nada será ofendida su vestimenta santa” El cura avergonzado rezaba y pedía perdón Dios. En eso apareció la mujer y lo invitó a pasar. Como un sonámbulo y con su rostro tapado, orando, avanzó, y ya adentro, recién se animó a ver. Frente a él había una habitación con una mesa, sillas y dos hombres, la cama, objeto del pecado faltaba.
Asustado exclamó: “Por favor señora, déjeme salir esto es una equivocación, yo soy cura, no busco sexo, y tampoco soy gay , solamente vine a curiosear”.
Todos explotaron en risa, y luego la mujer contestó: “Cálmese padrecito, ya sabemos quién es, nosotros somos empleados del estado, viajamos por los lugares apartados , tomamos contacto con la gente pobre, los empadronamos, y luego enviamos las planillas al lugar correspondiente. Trabajamos con una institución de beneficencia que a su vez depende del Fondo Monetario Internacional, al cual le sobra una carrada de plata y tratan de invertirla. ¿Vio que en muchas partes del mundo su mayor riqueza son los abuelos?”
Dicho esto el párroco nuevamente pidió perdón y se retiró. Salió sonriente, satisfecho, y el domingo predicó más que una misa, un sermón sobre la equivocación y los malos pensamientos humanos incluyéndose a si mismo
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