Diciembre 2001. Andar a la noche por la ciudad de Buenos Aires. Llegaban las fiestas. Ver una ciudad desolada, triste, con gomas ardiendo en cada cruce de avenidas. Negocios cerrados. Negocios saqueados. El hambre real también como pretexto para la desmesura y el delito. Podemos no recordar ese mes? Podemos olvidar como llegamos a esa situación?
En los diez años anteriores, todas las promesas de progreso se habían reducido a la destrucción sistemática, organizada y prevista de la economía nacional, de las empresas del estado, de una gran parte de las empresas privadas –especialmente las pequeñas y medianas-, del sistema financiero como tal –transformado en un sistema exclusivamente de especulación- y ni que hablar de las consecuencias sociales, desocupación, hambre y alteración de todas las escalas de valores.
Claro que, como contaba Zitarrosa, no falta el bobalicón nostálgico del jardín, aquel que compró los espejitos de colores como los indígenas a Colón y sus secuaces. Aquel que viajó, llenó un chango de remeras de todos los modelos y colores, compró lo último en electrónica –que gracias a los avances de la tecnología ya es seguramente obsoleto- y creyó en ese espejismo, mientras producir un caramelo en la Argentina era más caro que traer un auto de China –si me permiten la exageración-.
También vivíamos otro espejismo, la paridad uno a uno, la inflación cercana a cero. Qué maravilla! Después de tantos años de entender que la inflación derivaba de la emisión descontrolada de dinero del estado, del gasto excesivo del estado, de las pérdidas de las empresas del estado, del aumento de los servicios, de los subsidios del estado, descubrimos que nos habíamos sacado de encima actividades del estado y desaparecido la inflación. Viva el libre mercado! Cerremos todo lo que de pérdidas. Cómo mantener un ferrocarril que pierde, cerremos las estaciones no rentables! Usemos como pretexto algún paro de los pobres trabajadores y chau estaciones! Que se van a morir muchos pueblos? No importa. El mal de algunos será el bien de muchos. O no?
Dio la casualidad que la mayoría de los países latinoamericanos sufieron –nunca mejor usada la palabra- similares procesos. Rara casualidad! Sería una suma de decisiones o una decisión ajena tomada como propia? Es fácil llegar a una conclusión lógica.
Para entender el presente siempre necesitamos conocer y comprender el pasado. Existirán apreciaciones objetivas y subjetivas sobre el mismo, lo que yo llamo “el color de camiseta”. Los bandos en política funcionan como en el fútbol. Nunca vamos a admitir nada bueno del adversario, que más que adversario es mi enemigo, que más que mi enemigo es mi mortal enemigo. Nunca vamos a poder trabajar en conjunto, si nuestro primer objetivo es destruirnos entre nosotros.
Esta forma de entender la política, racional o irracionalmente, nos permite entender los motivos por los cuales aún las mejores políticas reciben oposiciones salvajes antes que apoyos aún críticos. Es muy grave que el adversario alcance objetivos de bien común, será más difícil destruirlo, se hará más fuerte y tendrá la posibilidad de conseguir su primer objetivo que es idéntico al mío, perpetuarse en el poder.
La Argentina en los últimos años, desde ese fatídico 2001 a esta parte, ha crecido violentamente, su producción agropecuaria ha batido todos los record posibles ayudada por el crecimiento de los precios internacionales y los avances tecnológicos para la producción, la industria nacional ha resurgido de sus cenizas, el comercio y los servicios lógicamente acompañan el ritmo y dan nueva vida al país.
Que todo está bien? Que todo es una maravilla? Claro que no! Que hay errores? A veces horrores? Claro que sí. Que siempre las cosas se hubieran podido hacer mejor? También. Pero observemos los momentos como flashes fotográficos. Argentina 2001 y Argentina 2010. Comparemos sin caer en extremas subjetividades y aspectos no mensurables. Miremos el fondo y no el arabesco superficial. Miremos el vaso medio lleno y no el vaso medio vacío.
Hay problemas. Claro que hay problemas. Derivados del crecimiento. Derivados de la impericia. Derivados de la imprudencia. Derivados de los intereses sectoriales. Intereses sectoriales que procuran únicamente su beneficio, a veces ni siquiera por un inmediato interés económico, sino mezclando estos intereses con sus raíces conservadoras y procurando sostener o volver a un “status quo” que no quieren perder. No siempre es suficiente tener mucho dinero y poder, sino que se vuelve necesario que los demás tengan lo menos posible en ambos aspectos.
Creo que los actuales problemas inflacionarios derivan fundamentalmente de esta pelea de intereses sectoriales. El procurar alcanzar precios a niveles internacionales en el sector agropecuario sería el primer obvio objetivo que distorsiona los precios del mercado local. Debe ser el motor inicial de este proceso pero el comportamiento de todos los sectores lo potencia y agiganta.
Nuestra gimnasia inflacionaria del pasado, de los setenta y de los ochenta especialmente, nos ha vuelto prácticos a la hora de cubrirnos, de tomar prevenciones, de agregar porcentajes de riesgo. Así, cuál progresión geométrica, vamos agregando esos porcentajes, mezcla de miedo, cobertura por si las dudas, más un poco más ya que estamos, más…. El sábado en el Mercado Central los tomates se vendían entre uno y dos pesos el kilo! Qué diario lo publica? Bien que fueron tapa cuando se vendieron a quince pesos!
Y aquí llegamos a otro aspecto que debemos considerar. El otro poder. El del periodismo. He pasado una semana comentando el precio de los tomates. Nadie tiene idea. En muchas verdulerías siguen a cinco pesos el kilo. No es que los tomates sean el tema de fondo, ni lo más importante, son sólo el ejemplo que permite demostrar que sabemos sólo lo que quieren que sepamos.
Y vamos sumando información más información, cultivando el odio, exacerbando el “color de camiseta”, hasta creer como muchos creen que estamos en el peor país del mundo –todos los días leemos estadísticas que muestran que hasta Haití está mejor que nosotros-, en el peor momento de este país –todos los días nos machacan índices inflacionarios que en el pasado hemos superado con creces, con el peor gobierno del mundo –tendría que estar gobernando Lula para que lo dejaran de elogiar y lo odiaran también, o se imaginan un obrero Presidente de la Argentina?-. Nos dan ganas de poner bombas, no pueden hacer una sola cosa bien. Todo mal. Cada vez peor.
Si sigo parafraseando a Zitarrosa “entre todos el ruin es el que trajo al ladrón. Ese no tiene perdón. Si protegen sus ganancias, la decencia y la ignorancia del pueblo son sus amores. No encuentra causas mejores para comprarse otra estancia”.
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