La Visita.

"No hay caso. Por más que lo intente siempre será lo mismo.
Todo era mucho mejor antes, cuando mi vida era un patrón constante, una rutina, un simple individuo más en el mundo...Un ignorante. Si tan solo pudiera borrar mis recuerdos y quitarme ésta maldición de encima. Aún así, creo que de algún modo u otro sería lo mismo. La ambición de saber, hurgar y descubrir la última de las verdades me habría devuelto una y otra vez por el mismo camino. Al mismo destino irremediable.
Sólo es cuestión de tiempo, pues, una vez que el alma comienza su cuenta regresiva es imposible negarse a la inquietud. Es algo que te obliga mirar las estrellas con otros ojos, como si volvieses a nacer. La vida nuevamente se torna un misterio, algo ajeno, desconocido. No se puede luchar contra eso, no... No puedes. O al menos, yo no puedo."

-Una flor roja, siete pétalos. -Musitó el hombre con desgana.
-¿Qué dices padre? No entiendo. -El joven muchacho le miró preocupado.
-Ese es el problema, nunca entiendes nada. Estás demasiado perdido...Distraído.- Su tono de voz ni siquiera revelaba interés por quién estuviera escuchando. Las arrugas de la frente y rostro reflejaban una indiferencia total, como si no le hablase a nadie o a nada. Sus palabras no parecen salir desde su boca, sino que de algún otro lugar muy lejano a kilómetros de distancia. Y Los ojos, los ojos de aquel hombre revelaban una tristeza muy honda, como si soportara el dolor del mundo entero sobre los hombros.
-Padre, ya hemos hablado de eso muchas veces antes, vengo por otra cosa. Vengo a decirte que mi madre ha decidido comenzar los trámites para el divorcio. Dice que ya está cansada de ti, que no tienes vuelta, que no tienes remedio. Ya sabes que ha sido muy difícil para ella desde que te fuiste.

El hombre sólo se remitió a mirar al chico con lástima mientras escuchaba.

-También sabes que el tío Tom hace tiempo anda tras los pasos de mi madre, y en la labor de padre no lo hace nada mal. Me ha dicho en un par de ocasiones que si se casa, pagará mis estudios.

El hombre suspiró resignado. Pero el suspiro no era por la pena de saber que su vida se resquebrajaba en pedazos de puro dolor, era más bien de frustración. Sabía que todo aquello no tenía por qué ser de tal modo. Sabía que él sería un excelente padre y esposo y que daría la vida en ello. Sin embargo, todo lo anterior no tenía ningún sentido para él, eran cosas de poca importancia, por no decir ninguna.

El chico continuó:

-Ésta es la última vez que puedo venir a verte... Mañana nos iremos a vivir a Europa en una casa que el tío Tom tiene allá. -El joven secó sus ojos con los puños evitando que las lagrimas recorrieran las mejillas. No quería mostrar debilidad. -Padre... no quiero abandonarte.

Hubo un largo silencio.

-Hijo, hay cosas que la gente no puede o no quiere comprender y al desconocer tales cosas las personas sufren. Sufren porque no entienden. Tú ahora sufres porque en toda tu vida has caminado como los caballos, con la mirada obligadamente al frente. -El hombre se oía de pronto levemente paternal. -Te diré lo que sucederá con tu vida en el mejor de los casos. -Puso sus manos apoyando los dedos yema con yema, en forma de triangulo sobre la mesa. -Estudiarás una buena carrera, quizás te vaya muy bien. Al tiempo trabajarás y ganarás buen dinero. Llegado el momento contraerás matrimonio y tendrás hijos. Después envejecerás y esperarás tristemente el llamado de la muerte.

Hizo una leve pausa y al momento agregó:

-Sí, una buena vida quizás, pero habrá sido todo falso. Una gran mentira. Creerás que la vida ha sido eso, pero en el fondo de tu corazón sabes que no es así. Siempre embargará tu alma una angustia de la cual ignoras su procedencia. Y hasta que descubras qué es, vivirás siempre entre las sombras.
-Fíjate cuanto rato puedes permanecer ecuánime, solamente sentado y sin mover parte alguna del cuerpo. No podrás durar ni diez minutos porque tu mente rápidamente bombardeará tus sentidos con cualquier estupidez y, finalmente perderás el control de ti mismo. No sabes poner en silencio tu interior por lo tanto no puedes ver más allá del telón. Eres un caballo montado por un desconocido que guía tu camino a cualquier parte.

El chico miró a su padre extrañado. Nunca le había escuchado hablar así.
La puerta de la habitación se abrió y por ella entro una persona vestida de blanco, el cual susurró algo en el oído del perturbado niño.

-Hijo. -El padre sujetó firmemente el brazo del muchacho. -Busca la verdad... no caigas en el juego de las mil distracciones...

Por unos segundos se miraron intensamente. Luego el hombre giró sobre sí dándole la espalda con desprecio.

-Vete. No me molestes más. -Dijo por último.

Con la mirada temerosa, el pequeño se alejó lentamente hasta cerrar la puerta tras de sí. Avanzó por unos cuantos pasillos hasta salir del establecimiento. Caminaba lento y pensativo por entre las bellas flores del jardín, irradiadas por el fuerte sol de la mañana. La mamá y su hermana menor le esperaban en un auto estacionado en la vereda.

El coche se puso en marcha y el niño aún estaba turbado. Sabía que era la última vez que visitaría ese hospital psiquiátrico. ¿Hospital psiquiátrico? Pensó. “Mi padre no está loco”. Hace años, desde que intentó suicidarse, no se había comportado de tal manera.

-Hijo, tu padre está enfermo, la esquizofrenia lo ha matado. -Dijo la madre mientras le acariciaba el pelo. –Ya no hay nada que podamos hacer por él.

El chico pareció un poco más tranquilo al oír las palabras de su mamá, pero el leve respiro que había conseguido se vio nuevamente agitado una vez su hermana menor se dirigió a él con voz dulce.

-Efraín. -Dijo la pequeña.
-¿Qué pasa Lucía?
-Sabía que estarías triste… -La niña, desde su regazo extrajo una pequeña flor roja de siete pétalos.
-Toma Efraín, es para ti.