Esta era una cucaracha con una feliz y tranquila vida. Vivía con su esposa y sus ciento cuarenta y cuatro hijitos en una hermosa alcantarilla de ciudad. Esta familia subsistía del trabajo del padre que laboraba limpiando desechos en una de las tuberías de un acueducto, mientras la madre se quedaba en la alcantarilla para hacer los quehaceres de la casa y cuidar de sus pequeños hijos. Esta cucaracha, del cual nunca interesó el nombre, no tenía una vida tan pacífica y normal como aparentaba, dentro de su pequeño exoesqueleto reprimía una anhelo que lo llenaba de profunda tristeza: deseba ser águila, para remontarse allá en los más altos cielos y sentirse dueño del mundo. Siempre recriminaba al destino haberlo hecho nacer cucaracha, pero nada se podía hacer. Así vivió con ese sentimiento apegado al alma durante muchos años, nunca se lo contó a nadie para que no creyeran que se había vuelto loco, pero ese deseo de ser algo más en su vida, de no volverse a esconder nunca cuando alguien mayor a él prende la luz y lo hace correr a buscar refugio, le hacía sentir un remolino profundo en el río de su alma.
Un día, ya en vacaciones, paseaba tranquilamente por el campo observando a las aves que pasaban volando sobre su cabeza, se detenía largas hora contemplándolas como volaban alto, muy alto, para perderse después en el anaranjado horizonte. Toda la vida de este infeliz insecto se trastornaba cada segundo, sus deseos de vivir competían con su deseo de desaparecer. Maldito destino que nos hace nacer sin haber crecido y aprendido antes que todo lo que somos es para beneficio de un creador que se divierte dándonos una existencia que no podemos soportar. De pronto, para su sorpresa, se encontró de frente con una magnífica águila atrapada en un red de algún cazador, se veía que hacía rato que estaba luchando por salir de esta trampa mortal, ya que habían plumas regadas por todas partes. El águila bastante cansada, al ver a la cucaracha que se le quedaba viendo le rogó desesperadamente que la ayudara a soltarse, la cucaracha después de pensarlo unos instantes se le ocurrió una idea feliz, le contestó al águila que la soltaba con una condición: que le enseñara como convertirse en águila y volar alto en el firmamento. Por un momento el águila quedó extrañada pero al ver que no estaba en condiciones de ponerse a negociar nada, le dijo que esta bien. Rápidamente el insecto se trepó a la trampa que tenía aprisionada al ave y empezó a morderla mientras se soñaba así mismo ya no siendo una mancha en el suelo, sino una potestad en el aire. Al fin se rompieron las cuerdas y el águila pudo extender por completo sus alas y chillar de felicidad. Al ver la libertad que gozaba el águila, la cucaracha le dijo que cumpliera su promesa y le enseñara como ser un águila de verdad. La majestuosa ave se le quedó mirando durante un rato hasta que de repente avanzó unos pasos hacia él y se lo comió de un bocado.
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