Cayó del caballo después de despilfarrar dinero ajeno en el casino
donde empeñó hasta la pulsera de oro. Sabía que la pulsión lúdica, ese encarnizado vicio en el que se encontraba atrapado, le cobraría algún día la factura. Esta vez parece que el momento había llegado.
Allí estaba tirado en el barro, frente
a él, el sicario enviado por la mafia con el encargo de
borrarlo del mapa. No quiero que quede un sólo cabello de este
desgraciado, fue la orden del padrino.
-Te apuesto que moriré en menos de 20 segundos-le dijo al esbirro-, luego de recibir el certero balazo en el pecho. Esbozaba una sonrisa por haber ganado la última apuesta…
Texto agregado el 18-01-2011, y leído por 165
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Lectores Opinan
18-01-2011
muy bueno. Eso si que es compulsión, ludópata hasta el último segundo. NeweN