Hacía mucho tiempo que ya no se los inflaba a pulmón, ahora se los préferia llenos de Helio, pero a él todavía le gustaba démostrar su hábilidad – En un santiamén aparecían en sus manos redondos o alargados globos de colores que le próvocaban suspiros de admiración a los niños y a las adolescentes enamoradas.
Durante la tarde de ayer, como tambíen en las anteriores el calor había sido insoportable y a pesar que había tomado litros de agua un terrible dolor de cabeza no lo abandonaba.
Anoche casi no había dormido, el cansancio y las pesadillas se habían encargado de mantenerlo en vela. De buenas ganas hoy no iría a trabajar, sus piernas lo traicionaban y era difícil estar tantas horas de píe en el puesto de globos.
" Daría cualquier cosa con tal de no ir hoy a trabajar ", pensó. Pero como todos los días, cargó en su carrito las cajas de globos, los hilos y dos tubos de Helio – hoy no tenía fuerza para soplar – Le pidió a Dios que no se olvidará de él y se fue para la feria.
El calor era agobiante. Párecia que todo el pueblo se había congregado en la plaza mayor. Don Andrés trabajaba más que nunca y se sentía muy cansado.
Mientras le inflaba un globo, el más grande de todos, a un gordito cara sucia de algodón,(que sostenía en una mano una manzana acaramelada y en la otra un cucurucho de pochoclo), pensó con pícardia: " A qué mano estará dispuesto a rénunciar para agarrar el globo este gordo glotón.... "
De pronto la aguja del manómetro del tubo de Helio comenzó a girar descontrolada. El globo se infló casí hasta reventar. Granos de maíz inflado se pegaron a la manzana acaramelada que rodó por el suelo al tiempo que ambas manos del gordito se extendían desesperadas tratando de agarrar al balón que se elevaba hacía el cielo. Don Andrés miró como el niño fue haciéndose cada vez más pequeño sobre la tierra, mientras que él se perdía entre rosadas nubes montado en un elefante de goma.

© Norberto Adrian Mondrik.







Texto agregado el 18-03-2006, y leído por 335 visitantes. (3 votos)