La luna está de testigo esta noche, amada mía. Esta noche de noviembre en la que el océano nos separa… ¿cuantas veces te he dicho lo mismo?, ¿Cuántas veces te he jurado por la luna como Romeo a Julieta?, ¿y cuantas veces he culpado al océano por nuestra distancia?.
La culpable eres tu… si por esta distancia, te juzgo por el espacio entre nuestras almas. Por como se ha enfriado mi corazón. Pero esta noche te juro por la luna y las estrellas que he decidido al final de mis reflexiones, lo que es mejor para mí. Quizás soy egoísta… pero no irreflexivo, pues estoy seguro de que esto realmente nos hará sentir mejor.
El mar se agita… los vientos huracanados esperan el sacrificio que he decidido hacer… el cielo observa impaciente, amor mío, las estrellas no pueden esperar al hecho mismo… a que cumpla mi palabra.
¿Puedes oírme hablar a través de las olas?, ¿y mi suspiro a través del viento frío?. Te veo al descubrir las orillas de nuestra vieja bahía de los sueños rotos… observando el bote en el que navegaríamos para el resto de nuestra vida, amor no correspondido.
Mis manos tiemblan esta noche de primavera… que suerte que no es invierno… mi corazón da sus últimos latidos desesperados… mi mente se voltea al caos.
Perdóname por hacer morir la esperanza, pero créeme que tú fuiste la última asesina de mis sueños. Rompiste todas aquellas estrellas en mi cabeza, exprimiste todos los sueños de mi corazón… y los tiraste por la borda de nuestro barco.
Juré a la luna y a las estrellas… nunca más me distraeré con tu persona, con tu forma de ser… juré a la luna y a las estrellas… que te olvidaría para siempre… que te sacaría de mi vida al fin, y para nunca más traerte de vuelta a mi.
Así que tomo el puñal oculto en las sombras de mi cuerpo… afilado y sereno, el puñal mortífero, inconmovible. Y los cielos se reflejan en la plata y mi mano puede palpar el cuero.
Puedo oír tu silencio… puedo ver tu rostro a orillas de nuestra bahía… con los pies en el agua agitada… cubriéndote los brazos, con el cabello alocado por un viento que te lleva mis mensajes, con tus ojos tristes y expectantes. Esperando mi sacrificio.
Es lo que debo hacer, para dejar de llorar, para dejar de sufrir, para darte la libertad… triste libertad, mortífera libertad… agónica libertad.
Un cuchillo de plata brillante y pálida, sin inscripción, sin creador… y mis ojos se cierran tristes y desesperados.
¿Puedes oírlo acaso?, ¿y verme a través de la mar oscura y fría?, amor sufrido y desolado.
Mi mano prueba el filo… y la sangre corre a través de la plata, y se escurre hasta sumergirse en el océano gigante.
Tanto tiempo idealizándote, y perfeccionando tus errores, amando hasta lo más cruel de tu mente y lo más enfermo de tu corazón, tanto tiempo esperando que contestaras a mis cariños, que correspondieras a mi sofocante amor desesperado. Amor puro, pero desdichado tantas veces… que la vida me ha usado para ser marioneta de sus juegos macabros.
Entonces veo nuestros viajes imaginarios… navegando por los mares que nunca conocimos, por las aguas que nunca exploramos, impulsados por vientos inexistentes, queridísima mía, naufragando por las costas soñadas, sin poder tocarte, por la dureza de tu corazón.
Entonces caigo de rodillas, sobre las rocas ásperas, corroídas por la sal, y mi cabello es agitado por el viento, Eolo ha soplado sobre mi espalda, y el corazón parece querer escapar de mi pecho.
Miedo… el miedo se apoderó de mi, lucero de mis sombras, cuando te vi lejos, cuando veía que cada día eras menos mías, cuando ya asumía que nunca te ganaría… decidí simplemente dejarte ir.
¿Y como te dejaría escapar… si nunca pudiste siquiera llegar hasta mí?
Más bien… nunca te pude traer hasta mí.
El cuchillo, abre mi pecho, con mis manos vacilantes y temblorosas…
La vida fue tan difícil cuando te conocí… y por más que quise ayudarte tú preferiste morir… morir sola cada día… y por más que quise estar junto a ti… decidiste escapar, dejarme allí.
Es mi corazón el que ahora palpan mis dedos… tibios y cubiertos de sangre que desea abandonar mi cuerpo pálido y moribundo.
Le juré a la luna, que te dejaría al fin… que seguiría un rumbo lejano de tu destino… y que las estrellas te observarían. Juré que ya no te cuidaría… pero nunca que ya no te amaría, pero eso es cosa del tiempo.
Estoy sacándote de mi corazón… es mi sacrificio… frente al mar… frente a tus ojos tristes y expectantes en la orilla den nuestra bahía de sueños rotos. Bajo el cielo, entre el rugir de la mar, movidos por los vientos huracanados en la noche de noviembre, mi amor.
Al fin nunca más volveré a naufragar… y podré morir en paz. Tanto tiempo a la deriva de las olas y de tus sueños que ya olvidé como era mi corazón de verdad.
Dejarte volar… dejar que el océano se vuelva infinito entre nuestras miradas… que nuestro bote se vaya lejos, que el calor de tu respiración nunca más toque mi boca… y dejar que toda la esperanza muera junto a mi corazón aquí en el mar.
Estoy tirando todo por la borda…
He cortado todo dentro de mi… y mi corazón yace aquí en mi mano… y tu expectante, con la sangre en mi pecho y mis labios fríos sin tu amor… ya desolados por el tiempo sin tu cercanía.
Así es amor, esto es lo que sucedió cuando te olvidé… o lo intenté… cuando intenté sacarte de mi vida.
Tomé mi corazón aún agonizante, envuelto en sangre marchita y triste, y lo arrojé al océano frío y desenfrenado, movido a la ira y la cólera por el huracanado dios de los vientos. En presencia de las estrellas, testigos de la luna.
Se que a tus pies llegó mi sangre, acompañada ya de mi moribundo corazón, a tus pies sumergidos en la bahía de los sueños rotos, cuando veías triste y expectante el horizonte del océano que vio mi muerte… que vio como cumplía mi juramento, como realizaba el sacrificio y tomaba la decisión de olvidarte al fin.
No fui sangre inocente, pero si fuiste culpable, amor, en nuestra bahía me recordaras, cuando yo duermo a lo lejos sobre una roca, cobijado por el mar y los vientos, me recordarás cuando seas feliz, amada por miles, llorada por millones. La sangre cubrirá aquel mar donde fue sepultado mi corazón lleno de tristeza, y de sueños rotos como las estrellas que nos observan… entonces me recordarás como aquel que te amó con la mayor pasión y locura, como aquel que pudo hacerte feliz, como aquel al cual nunca quisiste aceptar, pero del que ya no hay vuelta atrás… pues juró a la luna, y cumplió en aquel mar. |