Pero no es más que uno, que siempre llega con distinta alma.
Muchos dioses protegen a todos los seres vivos.
Con el sabor de una fragancia que recobra su silueta,
forja de una entre miles palabras de un amor esperanzado.
Cuando Dios es perro, ladra y cuida del amo con entereza.
Pero en cambio cuando es lobo negro, feliz decora con la sombra los reflejos de la luna.
Hay en él una fe innata, que es algo aparte de lo genuino del corazón,
que nunca se marchita, ni se derrite con el intenso calor que se filtra del cielo.
Aunque es de reconocer que muchas veces las virtudes de la creencia son reparadas con hilo o alfiler.
Solitario trabaja por su propia cuenta, con esa pasión injustificada envuelta como una boa con echarpe.
Lagrimas de un terrible viento que duerme en la punta del sol.
Su vida es un gran paraíso, pero la muerte lo sorprende a cada minuto.
Pudre el contenido de aquella alejada alma del vientre del hogar.
Pero quiere volar con alas que son como gotas de rocío sin prendedor.
Dios hiso que fuera el invierno crudo como una zafra, pero nunca se endulzó de venganza.
Quien va ser sino él que ahora es ella, una gata de ojos verdes con colores esclavos.
Agita el brillo con prisa para que nadie transpire el ocaso.
Peinando el principio y el fin con los dedos, en un minuto como detenido en los tiempos.