El abuelo estaba sentado en la glorieta de su jardin.Lo hacía todos los atardeceres perdiendose en sus recuerdos. Antes lo acompañaba su viejita, y disfrutaban los ocasos del sol.La noche los encontraba muy juntitos añorando los maravillosos tiempos idos.
Pero cierto día la muerte reclamó a su compañera y él se quedó solo.
Hoy la nostalgia se apoderó nuevamente de él. Sumido en sus recuerdos de pronto aparecieron frente a él tres ancianas tendiéndoles sus manos e invitándolo a sequirles. No sabía como explicarse semejante suceso. Seguro que era un sueño. Pero al cercionarse de que estaba despierto, éstas no desaparecieron, seguían frente de él.
Curioso era que todas se parecían a su difunta. Peno no, en algo eran diferentes. Una era canosa, la otra con muchas arrugas en su rostro, y la tercera sonreía.
Entonces la primera no podía ser, su mujer era muy coqueta, siempre se teñía el pelo. Descartada ésta, la segunda tampoco. Su viejita compraba todas las cremas antiarrugas existentes en el mercado.
Quedaba la tercera. Le parecía reconocer esa sonrisa compradora. Decidido, se levantó y al encaminarse hacia ella, una voz autoritaria resonaba en sus oídos:
"¡Otra vez estás sentado en el jardín soñando vaya a saber qué, mientras yo, con las manos llenas de trabajo!"
El encanto del atardecer, la inminente noche de ensueño, y toda la añoranza de la felicidad vivida se se perdió en el tiempo...
El pobre abuelo recordaba , que además de la sonrisa dulce y encantadora, también era autoritaria, malhumorada y a veces insoportable.Ya no tenía prisa por acompañarla.
La oscuridad borró las imágenes de las mujeres y la muerte se quedó con las manos vacías. |