A la hora de la siesta la Sra. Estela estaba invitada al salón de usos múltiples a entregar las medallas correspondientes a los chicos mas destacados en todas las áreas de la cultura y educación. Sus finas manos enjoyadas y cubiertas con guantes blancos, para no tocar a los sudorosos niños de piel oscura.
Al mediodía del siguiente día almorzaría con Ana Gutierrez Albarenque, presidenta Honoraria de las Ex Damas fundadoras de La Barraca solidaria y filantrópica, entidad honorable destacada en la zona para financiar la distribución a aquellos los pobres mendicantes y forzosa pobreza, de alimentos, necesarios para la continuación de la vida.
Estela bordaba todas las noches a la luz de la lámpara de bajo consumo, hilaba despacito con sus dedos callosos, una fundas que después donaba a la caridad por supuesto, para que las pequeñas almas tengan donde apoyar sus cabecitas.
Estela comía frugalmente, pero le encantaba la repostería y comía chocolate a escondidas de su mucama Luisa. En un mueble apartado del plumero de Luisa guardaba en un paquetito color plata, bien escondido el dulce, manjar mas preciado para sus encías, el chocolate amargo, que con fruición deleitabase cada vez que su afán de solidaridad se desintegraba, ante tanta desolación e impunidad del mundo que la rodeaba.
Estela tenía un sórdido secreto. Le gustaban las novelas de las 4 de la tarde siempre lograba que sus eventos se realizasen en otro horario que no fuese de 16 a 17 horas. Esos héroes folletinescos de doble apellido, esas dolorosas damiselas esclavas, sucumbidas a su pasado tenebroso que no osaban acceder a la fortuna. Estela moría por sus novelas.
Pero hubo un día que el concejal la había invitado a asistir a una gala de honor, a las 16,30. Pidió postergarla, pero no lo logró.
Con ahínco le solicito a Luisa que mirara la novela de las 4 porque ese día se sabría el final o desenlace de la protagonista gitana que descubriría su abolengo.
Bajo ninguna circunstancia Luisa debería abandonar la televisión y ocuparse de los quehaceres mundanos, para mirar como de desarrollaría los acontecimientos.
Llego la noche y Luisa le explico con lujo de detalles el final no tan sorpresivo de la protagonista.
Luisa estaba extasiada ante el final, pero Luisa estaba por pedirle algo.
- Me puede convidar un poquito de su chocolate, Sra. Y ponerme una TV. Color, porque Estela no tenía el televisor a la vista, sino en el altillo, y el chocolate lo guardaba celosamente bajo siete llaves…
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