En Roma existe una pequeña plaza a modo de foro, una plaza en particular que la gente suele llamar "la plaza de los gatos" y esto porque se ha convertido en una costumbre para los gatos romanos reunirse ahi a hacer vida gatuna alejados de los peligros y la rutina de la ciudad, alejados tambien sin pudor de la que se cree erroneamente es tambien conducta gatuna, esa de no compartir en comunidad y llevar una vida retirada y preocupada de sus propios y felinos asuntos.
La gente que conoce esta plaza acude obviamente a mirar a este gracil congreso con integrantes de los mas variados tipos colores y tamaños, de distintas clases y pelajes. Van y vienen ronrronean maullan, saltan y observan a los humanos como si se tratara de cualquier otro objeto del universo, un objeto inquietante que se mueve, cosa que llama mucho a su ya legendaria curiosidad.
Los hombres y mujeres, y aun los pequeños "cachorros humanos" les arrojan trozos de pan, de deliciosos jamones, bolsitas de fresca carne, leche y pescados. Lo cual les alegra mucho, sobre todo a quellos que no tienen mucha suerte cazando.
A pesar de todo esto los gatos del lugar, quizas haciendo honor a la larga historia politica de la zona estan profundamente preocupados, los exploradores siempre regresan sumamente tristes y la consternación alcanza a todos.
Los gatos romanos no pueden entender porque en las plazas humanas ninguno de estos benignos seres es capaz de llevar consigo un trocito de pan, jamón, carne, algún pescado o siquiera un poco de leche para los que pasan todo el día ahí deambulando en sus humanos afanes, para los que no tuvieron suerte cazando, para aquellos bípedos que mueren esperando algún gesto, en las plazas de los humanos.
J. U. |