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Como todas las noches seguía su pintoresco ritual. Lo primero era descalzarse. Un baño precioso; era un baño precioso el suyo, con su suelo frío y sus baldosines de colores. Apenas podía ver nada con todas esas cosas encima de la cara, así que el que esa micro-sala fuera bonita; preciosa, como he dicho antes, no le servía de nada. Lo importante era que el suelo estuviera frío. Así podría notar el cambio de temperatura y saber que ya estaba en el baño. A partir de ahí solo tendría que encontrar el espejo para iniciar su transformación.
Pero, que demonios, dejémosle que se tropiece un rato por el pasillo. Jaja, miralo parece un frankenstein. Y va de lado a lado del estrecho pasillo intentando mantener el equilibrio mientras se choca con las paredes. Es como si a un niño que no sabe andar le das un cuerpo de metro noventa y ciento veinte kilos, lo que vendrían siendo unas nueve arrobas de individuo tambaleándose por el corredor en busca de un inodoro.
Enfín, ya vale, ya tiene suficiente mi pobre amigo intentando no darse con la panza contra el suelo del pasillo como para que encima prolonge más esa situación. El era funcionario, sí. Trabajaba para el gobierno pero me dijo que no le pagaban apenas nada (por eso de guardarle el secretillo) tenía un trabajo inútil y no se sentía realizado, pero ahora no recuerdo cual era exactamente... algo relacionado con gestión... ¡Ah cierto! Gracias por recordarmelo Santi, él era el presidente de algún sitio, creo que de una empresa que llamaban país o algo por el estilo. El rollo ideológico es pura basura -decían- pero se puede vender. Los publicistas atareados planeaban ataques terroristas, mítines, ponían de moda palabras estúpidas y absurdas como democracia, igualdad o crisis. Además formaban arstistas peloteros y vomitivos, y entre otro sin fin de tareas, elegían falsos líderes para que si dado el caso, el pueblo se levantaba en armas, salir ilesos. Eran gente realmente ocupada.
Mientras yo os hablaba de todo esto nuestro amigo ha llegado por fin al cuarto baño, se ha situado ante el espejo y se ha desvestido, dirigiéndonos hacia la gran metáfora. Si al cámara le da por meter zoom podremos ver todos a través de nuestra bipantalla mono-secretora-lacrimosa una imagen visual similar a la de un individuo buscando algo con su dedos por detrás de su oreja izquierda. Y aunqe esto no se ve, ya os lo digo yo, busca una solapa. Y ahí parece que la ha encontrado. El trabajo difícil ya está hecho, ahora solo es cuestión de ir tirando. Es una persona completamente desnuda en su cuarto de baño precioso lo que estamos imaginando; vamos lo normal. Uy, ese completamente, que mal está ahí.
Empieza a tirar, y ¿que hace? ¿Se ha vuelto loco? ¿Lo estáis viendo a la perfección, no? ¿Se está arrancando la piel a tiras? Sí, eso podríamos decir, mientras arroja al suelo las partes blandas del la cara como las orejas, la nariz o los mofletes sin inmutarse apenas. ¿Es un tío duro? No, es un cerdo, como nos desvela la forma de la nueva cara que emerge de la vieja, que ahora está esparcida por el suelo del cuarto como si fuese de papel maché.
Bueno aquí acaba la historia, querido público, espero que la hayan disfrutado y entendido, la moraleja es, claro está, que los políticos son todos unos cerdos, y que... ¿Oh... pero... pero que está haciendo ahora? ¿Se... sigue arrancando la piel de cerdo, quiero decir, su verdadera piel? Porque, tras unos cuantos meses de amistad con él, yo tenía entendido que era un cerdo, un cerdo muy presionado y frustrado. De repente toda su desnudez se cayó al suelo.
-¡Me cago en la puta!-dije-¿Qué...? ¿Estás bien tío?- y puse la mano donde antes estaba su hombro. Noté que burbujeaba un poco, incluso sentí que aumentaba de temperatura, lo cual me tranquilizó. Claro, no podía decirme nada, era su forma de dar a entender. Y dando por finalizado nuestro intercambio de impresiones, por decirlo de alguna forma, destensó sus lo que sean y se esparció por el suelo del cuarto baño. Yo ahí ya me sentí incomodo y me fuí, no era plan, éramos amigos, y sí, he de reconocer que sentía cierta atracción hacia él, pero no quería nada serio con un líquido semejante al agua pero que al parecer sentía, razonaba y se desplazaba. En un principio sentí pena, pero cuando estaba cogiendo la puerta oí un pitído desde la cocina propio una olla express.
Y desde allí me dijo telepáticamente algo así como ey, ¿no creerías de verdad que iba a pasar la noche solo, no? O algo así. Me fui del lugar contento y algo confuso.

Texto agregado el 15-01-2011, y leído por 120 visitantes. (0 votos)


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