Todo pasa.
La acera se va convirtiendo en recuerdo. Ves cosas: latas, colillas, otros pies, vomitonas, vomitinas, ruedas, elefantes, adoquines, enanitos, purpurina, hadas, duendes... Dios baja de los cielos. Te habla. Le besas la mejilla.
Lo próximo, un concierto de Speed Rave en un garito de menos de 15 metros cuadrados. Sudores fríos. Gente por todos los lados. Un montón de voces, a tu alrededor, te aprisionan contra la pared. Todo se hace gigante, de dimensiones monstruosas, grotescas incluso. Tú empequeñeces... y entonces...
...te despiertas: son las 12 del mediodía, tu ropa está encima de una silla, y no sabes en dónde estás. Una mujer sale del cuarto de baño. "Hola, cariño"- dice- "yo ya desayuné, pero podemos echar otro rápido antes de que tú desayunes, ¿no? Salvaje, como ayer por la noche, ¿recuerdas?".
Todo comienza a cobrar sentido. Una inusual alegría recorre tu cuerpo.
Bienvenido al paraíso. |