Recorriendo los lugares aún no palpados por el sol, en unas viejas llanuras patagónicas, la nieve deja sentir el frío e invisible en la piel de los transeúntes.
Asfalto caliente por el caucho que por el transita. El sol ilumina y nada más, y las nubes no marcan presencia.
Uno que otro cóndor se aleja de su nido, busca alimento, rancio o fresco, nunca lo sabremos.
El viajero pobre muere de sed, el rico atragantado. Un riachuelo nos muestra el camino hacia las cumbres andinas, blanca de frío, mortíferas para el temerario alpinista que en ellas descansa.
El indígena cuenta a sus hijos las leyendas que a el le educaron, el pasado de los pasados que jamás se olvidaron.
Y cuando a mis costados se alzan imponentes las colosales montañas, aprecio la majestad del Altísimo, y como nos sostiene en su mano todopoderosa.
Rojos montoncitos de polvo marcan la frontera de lo natural y lo artificial, lo espiritual y lo terrenal.
El celeste cielo se refleja en la negrura de las aguas de un viejo pozo de ladrillos desgranados, oculto en la sombra de una montaña, acompañando a la olvidada línea férrea y unas cabinas oxidadas.
Unas casitas menudas entre los cerros, de madera sin pintar, madera bruta que soporta el tiempo mejor que sus dueños y sus heridas de guerra.
Las liebres corren despavoridas, el zorro observa.
Erguidos los montes rojos, y a su lado una quebrada gris, donde sus pies son besados por el río que ruega perdón y rinde honor.
Las rocas son testigos de los viajeros, a bus, a pie, a caballo, burrito, viento y espíritu, presos del agotador viaje por las fronteras interminables.
Como el paisaje se moldea con las horas que transcurren, y cambia con las diferentes perspectivas.
El viajero mira, el viajero ama su entorno. El viajero duerme, el viajero sueña, el viajero vuela. La brisa le susurra, entrando por la ventanilla e impregna el ambiente de naturaleza viva.
Los extranjeros se maravillan con cada átomo. El lugareño observa orgulloso y con la frente altiva, pero el viaje ya llega a su fin, y el viajero aborda su tierra natal.
Aquí no hay mundo nuevo, este, sin duda, es su hogar. |