Recogiste mis huellas y creaste un camino paralelo, inalcanzable, rodeado por murallas que ni en mis más altos tacones alcanzaba.

Me dijiste que no eras perfecto, que entendiera tus miedos; te tendí mi mano bajo las tormentas y bajo el sol.

Cruzamos desiertos y estuvimos a punto de morir sedientos; vos guardabas el mapa del oasis en tus bolsillos

Llegamos al final del sendero, las nubes se habían desvanecido.

El cielo no era más que un oleo de color azul, triste e infinito.

Todas las estrellas que alguna vez dijiste regalarme estaban en el corazón de ella.

Las rocas en el camino estropearon la carga más valiosa: nuestras promesas.

Dando vueltas y más vueltas, una más rápida que la otra, viéndonos a los ojos mientras que yo creía que éramos indiferentes al mundo; decidiste parar.

De repente empezamos a sentir el viento en nuestras caras, la arena golpeando una y otra vez, el sol sacudiendo nuestros sentidos…el peso de todas las decisiones pasadas.

Delirio llegó, abrió la puerta y me miro.
Siguió derecho hacia vos.

Alzaste la mirada, recogiste tu maleta y a pesar del mareo y de las vueltas caminaste derecho hacia la puerta.

Ella me miro y sonrió. La puerta se cerró.
Todo se desvaneció.

Mis lágrimas, sus diamantes
Mi tristeza, su aire
Mi desvelo, su juventud