“El antipoeta nace cuando las emociones mueren”
A veces miro a mi sombra con recelo, la imagino como un personaje omnisciente en mi vida, alguien que siempre esta, pero que rara vez alguien le da importancia. Te mentiría si te dijera que no pienso, en algunas ocasiones, en cambiarle el lugar, en ser yo la q todo observa y sabe, sin realmente estar involucrada en nada. En los peores momentos de mi vida, dígase cuando todo está muy mal; cuando la gente grita, cuando los autos chillan, cuando los perros ladran sin parar, cuando la ciudad se vuelve tan agobiante que me reduce a ser una mísera personita indefensa entre toda la multitud, en esos momentos la miro allí parada, sin expresiones en su cara, sin angustia, sin temor, sin alegría, sin emoción, la observo hasta con un poco de odio en mi mirada y pienso: si yo fuese sombra, sombra de nadie sería y me regocijaría en la inercia de la oscuridad.
¿Hasta qué punto desear ser una sombra, sombra de nadie, sumergirse en la inercia de la oscuridad, hasta q punto eso es diferente que desear la muerte, la nada? Hay una línea muy sutil entre la mortalidad y la inercia, aunque no lo crean. Convocamos la palabra inercia, casi como un Dios la hacemos resurgir del fuego de las palabras para expresar el deseo incesante que nos quema las entrañas ¡el deseo de extirparnos las emociones del alma, de no sentir absolutamente nada! He ahí la diferencia, es un vivir sin sentir, un vivir meramente pensando, no un morir, no un desfallecer, no es un escaparnos de este mundo cobardemente, es un abstraerse pávidamente de las emociones del mundo. Entonces créanme cuando les digo, que si mi sueño es ser tan solo una sombra, no es porque no quiera vivir más en este mundo, es simplemente por no querer entregarme absoluta a él.
|