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Desde aquella tarde.
IV
Toca varias veces el timbre. Ya el taxista se ha marchado. Vuelve y toca. Luego escucha unos pasos que se acercan a la puerta y abren.
José está tenso. Con los brazos cruzados en la espalda. Al abrirse la puerta se confrontan dos miradas. El que está afuera pregunta…
-¿Es usted el joven Welinton Gutiérrez?
El joven lo mira. Estaba durmiendo cuando tocaron la puerta. Es decir, que aún está soñoliento. Este le contesta.
-No, Wellinton está acostado, pero pase, en un momento lo llamo.
Cuando José entra, ve a su derecha, una foto grande de dos jóvenes. Uno en los hombros del otro. El reconoce al que está encima. Ve esa mirada infantil llena de vida. La misma que lo hizo venir hasta aquí. Se le pone la piel de gallina. Y el corazón se le quiere salir.
En el mismo instante en que está sintiendo todas esas extrañas sensaciones, se presenta ante su presencia Wellinton. Fornido, de pelo suave y mirada tierna. La sabana la utiliza como bata. Las ondulaciones de la cara delatan que estaba rotundamente dormido. Este le pregunta a José…
-¿En qué puedo ayudarlo?
-¿Es usted Wellinton Gutiérrez?
-El mismo…
-Yo me llamo José Alcántara y vengo desde Santiago a hablar con usted.
Wellinton muestra cara de asombro y le responde…
-Bueno… yo también soy de Santiago y me parece que no lo conozco. ¿Qué se le ofrece? O vino por algo de Mateo.
A José le dio un escalofrío de nuevo. Wellinton no sabía lo que le había pasado a su hermano.
Hubo un silencio sepulcral entre ambos.
Wellinton le pide disculpa a José para ir a cambiarse y le dice…
-Si usted es amigo de Mateo, es mi amigo. Siéntase cómodo por favor.
Muchas gracias le contesta José mientras se queda solo en la sala contemplando los trofeos que hay en el estante. Son muchos. Lanzando patadas, lanzando puños o con dos estatuas peleando. Todos son de Karate. De primer y segundo lugar. Y sin lugar a dudas son de Wellinton. Ya José lo sabía. Los amigos de Mateos se lo habían dicho.
-El hermano de Mateo es uno de los mejores karateca de Santiago y para muchos el mejor.
Estas palabras le llegaron al cerebro de José mientras contemplaba los trofeos.
No transcurrió mucho tiempo para que Wellinton saliera. Se había puestos unos pantalones corto y una camiseta sin mangas.
José lo mira con asombro. Pero él está indiferente. Camina hacia la cocina e invita a José que lo acompañe a preparar los desayunos juntos. Era como si Wellinton supiera que José no había comido desde el día anterior. Este no puso ningún pretexto. Tenía hambre.
Mientras Wellinton preparaba el desayuno para ambos, éste le hace una observación a José.
-Tienes que tener un motivo muy grande para venir desde Santiago a hablar conmigo sin conocerme.
José le contesta que sí, y al mismo tiempo le pregunta qué si tiene mucho que no se comunica con su familia materna.
Este detuvo el desayuno por unos segundos para mirarlo y preguntarle cuál era el motivo de esa pregunta. Pero José lo mira y le dice…
-He investigado todo lo concerniente a Mateo. A los amigo de él. A su familia. También hablé con su novia. Averigüé todo o que pude de tu hermano. He conocido a tu hermana Carolina Hernández y a su padre Pedro Hernández. Ah… tu madre… necesita verte. Ha estado muy mal estos últimos meses. Necesita verte.
Wellinton lo intenta interrumpir pero José le dice que lo deje terminar.
-Te he buscado por razones muy personales. Necesito que me confirme o me aclares algunas dudas. Y tengo que decirte algo que no sabes. Lo he confirmado después de hablar contigo. Pero primero desayunemos.
Mientras estuvieron desayunando no intercambiaron palabras. Sólo miradas.
José se decía internamente –cómo puede ser tan diferente a su hermano-, y Wellinton – ¿Por qué ha investigado mi familia?, será detective o policía. Pero no lo parece. Se ve que es un buen muchacho-.
Sandy Valerio.
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Texto agregado el 12-01-2011, y leído por 123
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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13-01-2011 |
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Muy interesante la trama, Sandy. Se mantiene el interés del lector. Además, el lenguaje y el estilo fluye resueltamente, como brisa fresca. gatoverde |
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