Y lo peor sería que no lloviera jugo de maracuyá, y las mujeres no anduvieran desnudas, sin ningún problema en hacerlo.
Y así mismo si las palomas de Quito volaran 6 centímetros más abajo, la virgen de Legarda podría saber por lo menos una vez lo que se siente ser tocado por otro animal que no sea una serpiente, y al menos por una vez experimentar lo que es volar, porque a pesar de tener alas no sabe lo que es que el viento la lleve al más allá. Por fin.
Y las ventanas no estarían solo para adornar las casas, y las iglesias estarían cerradas porque los creyentes se pasarían las horas tratando de buscar a su dios a través de estas. Al ver todo tan claro pero sin poder tocarlo.
Quito que ciudad tan dinámica.