Quiero esa otra parte, sencilla persona, que llena de politonalidades las habitaciones de mi casa, que atraviesa las puertas con sigilo y pies abrigados, que jamás ha leído un poema mío porque simplemente no es su virtud.
Quiero a este otro, mi opuesto y que me complementa como el reflejo en el espejo. Que estudia, graba y reproduce a calca mis gestos en su propios gestos. Que me repite -con el arco de su frente, con el guiño del ojo o con la protuberancia de los labios- cómo soy en el enojo, en la incredulidad, en la sorpresa, en la melancolía e incluso en el amor, amor en lo más íntimo.
Quiero al que me reprocha cariñosamente los olvidos, las distracciones, el no traer la cabeza en su sitio y luego me obsequia un pájaro joven envuelto en manos.
Quiero a este personaje ufano, metódico y huraño. Obsesivo compulsivo como yo del orden y la limpieza; itinerante, sonámbulo, anacrónico caballero colocado en nuestros tiempos, que-hablando de ideas y caracteres- me puede dar totalmente la espalda tal como yo le puedo virar la mía para unirlas en una tregua de entendimiento.
Quiero decirle hace días que le amo, pero tengo miedo del resultado, declaraciones así no son fáciles de digerir mucho menos por uno que de poesía, no sabe nada.
Así que no recurro a palabras, sino a ese gesto salvaje del arco de mi ceja que él comprende tan hondamente como nadie y que repite y repite en un acto reflejo que lo proyecta al infinito.
Para vos que no lee pero interpreta. |