Se enquistan algunos quehaceres como patrones de acción. La repercusión que tiene sobre los entes que estructuran la vida se ha hecho completamente ajena. La única manera de coexistir parece que es la evasión, o esconderse bajo mantos que no son pertenencia más que de otros, que claramente no somos nosotros.
Si todas la explicaciones haremos que residan en otros fenómenos, serviremos al desconocimiento y a las ataduras donde la etiología de sus nudos aun o fueron definidas.
Cuando sea tarde, porque ya lo es, solo te dolerá. Tanto, que será cuestión de que a tu tiempo le incorpores esa cuota incesante de tu fracaso.
Esta falacia que nos hemos impuestos cumplir de unidad y seres gregarios. Más fácil hubiera resultado estructurar la tolerancia desde lo factico que adornarle con la sabiduría de las palabras. Las demás especies transcriben otros comportamientos, exactos quizá. La acción es resultado de sus señales, señales tan precisas que pocas veces se prestan a confusión y que nos ha permitido leer sobre el lenguaje sin letras que guardan.
Pero nosotros hemos obrado deshonestamente, rebeldes de lo dado. Hemos estructurado una visión axiomática que nos diferenciaría. El objetivo se ha cumplido. Somos ajenos, finalmente. Y por ello haremos lo comprendido, aunque lo comprendido no lleve relación con las entrañas. Cuanto más forcemos esa relación, tanto más amigos seremos de la angustia que se despierta como efecto.
La lucha interna es desbastadora. Para los débiles, como yo, será corrosiva. El único alivio que se avecina, es que alguna vez terminaremos de caminar inanimados. El movimiento será un estorbo que olvidar y la ida la claridad y merito por soportar. Aunque como errantes y cobardes posiblemente quedemos en el intersticio del nihilismo, el cual he imaginado acuoso y frágil como la gelatina.