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¿Quién descubre al cielo?, ¿quién oculta a la tierra? Como el aire disperso entre ellos, busco con paso oscilante una superficie sobre la cual reposar. Porque yo observo y estudio, y tan sólo eso me basta; me basta respirar, me basta pestañear, me basta pensar, me basta actuar. Pero todo ello no tiene sentido si, cada vez que ocurre, encuentro vacío mi interior.
Nada importa a esta altura, y muchos soles han brillado, y muchas lunas han alumbrado. Tengo un lugar donde regresar, aunque nadie espera mi regreso. Tengo un motivo para volver, y esa es la razón por la que no he vuelto. Recuerdo imágenes confusas y presencio escenas límpidas, me alegro y me desanimo con frecuencia, ya que en cada amanecer veo mi propósito alejarse. Sin embargo, no pierdo las esperanzas y los colores del atardecer pretenden confortarme. Las luces del día arriban a través de la ventana, dan vueltas en círculos y luego se apagan. Saben que la puerta alguna vez fue abierta; creo que por eso ingresan. No saben que dicha puerta jamás se abrirá; creo que es una trampa absurda y mortal.
El mayor movimiento transcurre afuera. Las ondas y las consecuencias discurren por el vidrio y lo traspasan. Inevitablemente logran traspasar mi alma; a pesar de eso, no me tocan, no me alteran, me convierto en el ser más superficial que habita en aquel suelo, en aquel techo. Todo lo filtro y solamente persigo a quien me busca, lo que me gusta. Es verdad que inicié hace tiempo, pero nunca gasté mis energías, no llevo mucho tramo de recorrido. Aún así, por momentos me siento agotado y abatido. A veces ya no quiero soportarlo.
No hay malos ni buenos, y si los hubiera habría más virtudes que defectos. No sé si es justo el reclamo o si soy coherente cuando me quejo. Pero mi prejuicio se diluye rápido en el silencio y entonces me olvido de lo que estaba hablando. No hay testigos de mis castigos ni mucho menos de mis parciales triunfos. A veces simplemente temo estar perdiendo el juicio.
Es la espera la que me fatiga, la misma que me impacienta, la misma que me apacigua. Sé que hay un camino que me conduce y ansío atravesarlo; no puedo hacerlo por impulso, debo estar completo. Porque esa es la sensación, si todavía puedo decir que siento. Miro y hallo un agujero, un trozo irregular que no debería estar. Falta una pieza. Si bien es comprensible que pueda tratarse de mi imaginación, no es difícil aceptarlo como real, pues si lo contemplo más allá de lo usual, pareciera que tiende a expandirse. Una enfermedad en progreso, cuyo fin podría ser fatal. No tengo miedo por lo que me pueda pasar; me preocupa lo que mis ojos verán suceder.
Ya divagué y cambié el rumbo en más de una oportunidad, en varias formas y sitios pude continuar. No obstante, no me he sincerado ni he dejado que la ayuda me tienda su mano. No desconfío de la honestidad, únicamente dudo de su poder. No me atrevo a llamarme especial, aunque sí debo admitir que no será fácil aferrarme a ella. Puedo sentir rencor por su ausencia, pero hoy se me torna más complicado reconocerla. Por mi parte, aquí estoy y no me he marchado. Sí, es probable que haya podido, o también es probable que no me hayan advertido y que esté prohibido. Mientras tanto, no tengo otro destino que el mismo que escribo en mi mente y envío al espacio. Allí por seguro se pierde, así que no sé cómo llegará, cuál será el destinatario, si será tarde o será temprano; estoy ajeno a los detalles y a las generalidades, sólo me ocupo de lo inmediato y a ello me obligan.
No hay negociación. Si quiero esto, puedo tener aquello o nada. Ignoro cuál fue el delito que al menos yo cometí, pero asevero que esta es mi condena. Mi respaldo es mi objetivo, y no hay crueldad que valga cuando lo haya cumplido. Claro que, esas no son mis palabras, no soy yo quien lo decide. Existe una voz estridente y subyugante, tan imponente, semejante al estruendo que acompaña a las tormentas, y que al igual que estas, anuncia la tempestad, la peor de las tempestades. Así me han contado.
Sin embargo, tengo que procurar ser preciso, eso me propuse y me estoy distanciando. Retomo y doy cuenta de mi error. Cómo explicarlo? Cómo hacerme entender? Debería decirles que al principio no era, que más tarde fui y me mantuve durante unos cuantos años, que luego pensé que dejé de ser, que alguien me habló y me encontré aquí, y que, cuando me vaya, definitivamente dejaré de ser. ¿Hacia dónde me iré? El porvenir es ignoto para mí, una gran pared de niebla. Lo único que sé es que no puedo partir sin antes haber concluido conmigo.

Yo soy quien espera la llegada, la verdadera llegada. Yo soy el de siempre hasta que me cambien. Yo soy del pasado y del futuro.
Busco una superficie donde reposar. Hoy quiero descansar, pero sigo aquí encerrado.

En el mundo real, no me presento; te cuento todo esto. No hay contacto más sencillo y efectivo; tan sólo te veo pasar por mi ventana, y arrojo mis palabras en tu camino.


"Pesares de un ser eterno" por Karina Vargas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

Texto agregado el 10-01-2011, y leído por 206 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
08-02-2011 Es mejor actuar. Es mejor equivocarse que quedarse quieto sin hacer nada. ZEPOL
10-01-2011 Encontré tus palabras en mi camino, por suerte llevaba llevaba la memoria conmigo, entonces pude recoger, acostumbro salir sin memoria, porque a veces el pasado no me deja disfrutar. Fijate lo que encontré hoy además de tu palabra un nido de tero, y me dí cuenta que es un animal tonto, porque estaban los tres huevitos en la intemperie. Me parece que estás actuando como un tero, arrojando en el camino, por qué no llamas por telefono. Un abrazo. azucenami
 
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