Espectador:
Se dan un beso, largo pero insípido. Luego se abrazan. Se observan sabiendo que la próxima vez que se vean no será para estar juntos. Él le sonríe como si nada hubiese pasado. Ella no, es más sincera y le grita algo, una pregunta. No alcanzo a oír. Él pone los brazos en los hombros de ella y, a distancia perfecta, le dice "adiós".
Ahora el tipo camina hacia donde estoy; hacia el "espectador". Está llorando, y esa sonrisa que vi hace un rato me parece en estos momentos una máscara que se ha hecho trizas para siempre. Llora, pero es orgulloso, según veo, y mantiene firme el paso y su convicción de no mirar atrás. Ella se sienta. Tapa su rostro con sus manos y busca consuelo en algún recuerdo... pero no lo conseguirá.
El tipo me lanza una mirada rápida; una mirada de dolor; una advertencia, una lección de vida. Yo me quedo temblando como si todo el momento se hubiese encarnado en mí.
Ella sigue sentada. Observa el cielo, finge hacerlo, porque en realidad sólo está ida en esa dirección. Ya no sabré más del tipo. Se ha ido. Y no sé por qué lo sé, pero sé que no volverá.
De repente todo está en silencio. Ella ahora se levanta y se marcha... y tampoco volverá a este lugar que será para ambos, él y ella, un mal recuerdo: el día del fin, el último beso, el último abrazo y el adiós sin tregua. Y yo los imagino. Los imagino riéndose, hablando trivialidades, jugando, girando mientras sus miradas se encuentran y sus labios se juntan. Pero ya no. Nunca más.
Y las lágrimas me traen a la realidad. Estoy llorando, por ellos, por un amor que se muere frente a mis ojos; por el miedo a pasar por lo mismo. Por las esperanzas deshechas. Y la mirada de él... "cuídate del amor". Y la pregunta, que ahora entiendo, de ella "por qué". Y no encuentro motivos. No hay razones que lo justifiquen. Ella lo sabía... él sólo lo aceptaba. ¿Y yo?... yo sólo soy un espectador
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