Para nosotros cualquier objeto que nos parezca peculiar es la calavera de Yorick, el bufón; digo nosotros y recalco que lo digo conciente de la ambigüedad que puede despertar la palabra. Muchos se preguntarán: ¿Quién es nosotros? Pero yo escribo para quienes no se lo preguntan porque saben bien de que estoy hablando. Nuestros planteos filosóficos, calavera en mano, comienzan en un punto determinado para terminar en cualquier parte o quedar amputados, inconclusos, porque se nos cruzó algún otro cráneo que nos pareció más peculiar que el primero. Nosotros somos volubles y somos vulnerables y estamos sujetos a vaivenes impredecibles. No faltamos a la verdad cuando decimos que nadie nos entiende, ni siquiera nos entendemos nosotros mismos, aunque, nobleza obliga, tampoco nos interesa demasiado llegar a entendimiento alguno con nadie, y mucho menos, con usted: A propósito ¿usted era...? ¿quién es usted?
Nosotros no vamos a alegrar tu fiestita, de echo, a nosotros ni se nos ocurriría ir a tu fiestita.
Nosotros somos los que olvidamos besar a nuestras parejas e incluso llegamos a olvidarnos de que están cuando están a nuestro lado. Somos el inciso II del libro "Relaciones toxicas", el agujero negro que ilustra la tapa, y mientras usted habla sin pensar, nosotros pensamos sin hablar. Somos criaturas creadoras, pero al mismo tiempo somos los que servimos de blanco al dedo inquisitivo de los que se creen cuerdos cuando nos gritan ¡enfermos!
Y sí, nosotros nos encojemos de hombros porque no nos importa, porque no nos afecta en lo más mínimo. Qué más da un idiota más o un idiota menos en el mundo. Iguál es horrible. ¿No?

Fabio.