el mar nos arrastra,
somos una asfixia, somos tiburones
la carne, el naufragio
a los veinte años nos come
la impaciencia de la juventud,
nos desgarra con sus dientes blancos, con
sus dientes radiantes
nos golpea entre las olas

si nadamos mar adentro
si nos refleja la sal como un espejo
dentro de otro espejo
dando vueltas, la marea
y todo es como si siempre estuviéramos
a punto de perecer,
de pudrirnos bajo el sol
si somos todos, si estamos todos
en una ciudad llena de cadáveres
si a los muertos se los traga el mar
entonces, esta juventud nos engulle
y nos va marchitando de a poco los años
que nos queden por pasar
por nadar
por las horas que
siempre son eternas
como un encuentro, como decir
no somos nada más que esto
gente muerta, por dentro las
entrañas se nos llenan de gusanos blancos
por dentro,
si tenemos un espíritu
si alguien cree en esas cosas que no han sido vistas
si por dentro un soplo nos remece
causa eco, retumba
también se muere porque
no hay más
aprendemos a vivir con el tiempo encima
sin que sea realmente una molestia.

ni amor, sólo deshoras
ni gritos, sólo noches sin dormir
ahogándonos en una cama deshecha
unmade bed
que es más bien el vestigio
que alguna vez nos dejó el océano

sí,
cuando teníamos veinte años
y teníamos la impaciencia de la juventud.