sucede a veces que uno quisiera ser un color, sólo uno, para qué más. tal vez un azul cobalto, un verde medio, un amarillo ocre. inscribirse en alguna gama de la rosa cromática, ser algo cierto.
qué más certeza que la de un color. cuando el ojo capta el reflejo de la luz, habrá alguien que sepa bien de estas cosas.
un rojo, un violeta.
si explicarle a la gente cómo es el rojo, cómo se mueve el rojo. tal vez sería una pérdida de tiempo, quizá un celeste, un anaranjado.
si hoy somos un no color, un negro. un blanco. un gris.
sin expectativas, sin una lógica definitoria que anticipe nuestras intenciones. si fuéramos ese color, si estuviéramos llenos de él.
como una mancha seríamos, como el nacimiento. tendríamos los colores del útero, del cordón umbilical.
y por las noches todo sería grisáceo o blanquecino. sería escarlata, una infinidad. las sombras no existen, no se deslizan por los muros huecos de esta habitación.
los dolores, los dolores.
los dolores son como un tierra siena, se apagan, se vuelven a encender.
sucede a veces que uno quisiera ser un color, sólo uno.
y deshacerse, y volver aparecer. ser elegido con extrema precaución, con sumo cuidado.
ser un rojo de cadmio, un verde oliva, un azul cobalto. |