El dragón no podía volar, estaba encadenado al otro extremo de la boca de la cueva. Xalmir, con su antorcha en mano, lo llamaba. El dragón, que era su amigo, no quería hacerle caso, estaba cansado de tanto luchar. Xalmir le dijo que no se rindiera, que volvería para sacarlo de ahí. –Ya vengo Draco, no te preocupes –, dio media vuelta y la cueva volvió a su estado de oscura.
Xalmir subió por las escaleras para salir con sigilo, así como había entrado, antes que el Rey Mago o cualquier de sus soldados lo encontrara. Al salir de ese castillo, que más bien era una base armamentista de la época medieval, empezó a diseñar la estrategia para sacar a su amigo Draco de aquella cueva.
En su casa, puso en su maleta unas cuerdas, unos conjuros y una especie de tijera metálica grande, para poder cortar las cadenas que ataban a Draco a la cueva. –¿Pero por donde va a salir?- se preguntó, así que buscó un hechizo para reducirlo de tamaño y sacarlo en el hombro. Una vez que encontró todo, decidió regresar por la mañana a la cueva.
Xalmir se levantó muy exaltado unas tres horas después de acostarse. –Debo darme prisa-se dijo. Agarró su maleta y se retiro de su casa, sin saber si regresaría vivo a aquel lugar.
Entró por los túneles que estaban debajo del puente principal del castillo. Por el otro puente hacían la entrega de armas, imposible entrar por ahí. Camino con cuidado, de no hacer ningún sonido ni de acercarse mucho a las rejillas por donde entraba algo de luz cada cierto de tramo. Al llegar a un cruce, volteó a la derecha, prosiguió y volteó a la izquierda al ver un segundo cruce. Llegó a la parte trasera del cuarto de armaduras cuando movió lo que hacía como puerta a la boca del túnel, era un escudo de madera de alguna familia noble.
Caminó con el mismo sigilo hacia el otro extremo de la cámara, y estaba en un pequeño patio. Giró a la derecha y encontró la reja hacia el calabozo, donde una de esas estrechas prisiones era la entrada a la cueva. Hizo un encantamiento sencillo para hacer dormir al guardia, tomóla llave al dormir éste y entró. Bajó a las cueva, agarró una antorcha vieja y con otro encantamiento la prendió. –Draco, estoy de vuelva como te dije- le dijo Xalmir.
-No hubieras venido, mi destino está en morir, esto no lo aguanto- le dijo la voz de su amigo. Xalmir colocó la cuerda en una de las rejas de que servía de puerta y empezó a deslizarse con una mano, con la otra sostenía la antorcha. Su cuerpo estaba volteado para poder encontrar a su amigo, que no debía ser difícil pues era un dragón y sabemos que los dragones son inmensos.
Su sorpresa fue que, cuando al llegar a la parte inferior de la cueva, no había señales de ningún dragón pero la voz de Draco seguía retumbando cada cierto tiempo. Xalmir empezó a caminar para ubicarlo y lo que encontró fue a un joven de su misma edad encadenado a una placa de metal que estaba impregnada a la pared de la cueva. – Draco?-preguntó Xalmir. El dragón le dijo que sí, que tenía forma humana, que eso era lo de menos.
Xalmir, sin pensarlo, utilizó las tijeras metálicas para cortar las cadenas, mientras pensaba si sería necesario encogerlo para sacarlo de ahí. –No creo que te tenga que encoger para sacar de aquí…. O si?- le consultó a Draco. –No creo que sea necesario, puedo subir- afirmó Draco. Draco se quedó al pie de la cueva mientras veía a Xalmir subir. Cuando Xalmir estuvo en la parte de arriba para arrojarle a Draco la cuerda y ayudarle a subir, ya no lo vio a su amigo.
-Esperas algo?-dijo una voz en la parte de atrás. Xalmir empalideció. Sabía que estaba muerto por haberse metido ahí. Cuando volteó vio a su amigo Draco. -¿Cómo…?-quería pregunta Xalmir pero no hubo necesidad que Draco dijera algo por que cuando volteó vio como las alas que tenía en su espalda volvía su lugar y se encongía. –Que la sorpresa no te congele, aún tenemos que salir de aquí.
Xalmir, tratando de no enfriarse por todo aquello que había visto en los últimos minutos, siguió para adelante, se pudo delante de Draco y comenzaron la salida. Tomaron el túnel, dieron las vueltas necesarias y salieron con sigilo por debajo del puente y se dirigieron a la casa de Xalmir. – Gracias amigo – dijo Draco. Xalmir le pidió explicaciones.
Draco le dijo que era el descendiente de un gran dragón, el rey de todos los dragones. Pero que el mal lo encerró junto a otros grandes reyes en cuerpos humanos, por eso él era así, aprendió algunas cosas sobre sus ancestros pero necesitaba conocer la parte más importante: transformarse por completo en un dragón. Xalmir le dijo eso sería imposible.
Xalmir le explicó que a él le pasaba algo parecido: era un enano confinado a un cuerpo de humano. Que había aprendido algo de magia cuando le robó una piedra mágica a un mago muy antiguo pero que lamentablemente su raza no es de magia sino de guerra y lucha cuerpo a cuerpo. Ese poder no podía dárselo a sus hijos.
Esa misma noche guardaron algunas cosas para comer y abrirgarse y salieron directo al norte de aquellas tierras del Rey Mago, corrompido por la Sombra Maligna.
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