Obra de teatro en formación.
Alvarado: Soy el padre adoptivo de una familia muy muy numerosa, pero igualmente necesito aclarar que para nada es que soy un sacerdote que maneja una congregación de jóvenes huerfanos; simplemente me considero su legítimo protector, con la ventaja de tener desde el principio todo debidamente legalizado; cada hijo lleva mi apellido, Alvarado.
En absoluto se trató de un hobby del cual me mantuve aferrado para recibir afecto de prestado.
A lo mejor podría aceptar el rótulo de héroe ya que sin vueltas los he salvado de más laceraciones y torturas de múltiples características.
Si así lo prefieren, coincido en que parece mentira, ficción, que existan personas que maltraten a sus hijitos como si fueran esclavos.
Paradójicamente, por problemas físicos, yo mismo no he podido concebir cuando fui joven, lo que de rebote hace suponer una pizca de egoísmo de mi parte, cual si mi obra se tratase de una venganza hacia el creador absoluto como para satisfacer mi ego personal, pero juro que nada que ver, aquellas fueron épocas brutales donde algunos ciudadanos, que bha, la gente en su mayoría se comportaban como verdaderas fieras, verdaderos animales salvajes que destruían para ser felices y sentirse realizados, y el que les habla se sintió muy espantado, de más aterrado, altamente indignado presa del aborrecible pánico.
Hoy día, hombres y mujeres, mis hijos son todos boxeadores, algo que les he inculcado desde el comienzo, para así poder descargar la bronca de haber sido maltratados por sus progenitores; siguiendo con el ejemplo anterior, quienes se caracterizaron por flagelar brutalmente a sus inocentes crías, momento donde supe intervenir apoderándome de sus identidades y de todo lo que encontré a mi paso.
Pero resulta que hoy, luego de bastante tiempo transcurrido de aquel maldito período social, donde la patria casi se desangró por completo, se presenta un nuevo caso con una mujer que hace las de Caín en detrimento de su pobre hijita, llamada Belén, de tan solo cinco años, la cual ahora está siendo sometida a sinnúmero de vejaciones, como por ejemplo ser arrojada a las vía del tren para que la arroye el comboy, que por milagro no sobrevino la muerte gracias a un hueco que hubo en el andén…
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