MI LINDA GATA PARDA
Adrián se casó con una chica diez años más joven que él y se podría decir que también con su pájaro, un perro y una linda gata parda. Él tenia un buen trabajo una hermosa casa y además adoraba a su esposa. Por eso le permitió que llevara a sus mascotas a su pesar, ya que detestaba a los animales.
Su casa tenía dos plantas y un sótano. Éste era oscuro, y a la gata le gustaba bajar a él, ya que de vez en cuando cazaba algún ratón. Se metía entre un gran montón de piedras que no habían quitado cuando hicieron la ultima reforma. Era su escondite favorito.
Por algún motivo extraño la gata se encariñó de Adrián y él cada vez la odiaba más. Le seguía a todas partes. Dormía en su sillón favorito y, molesto por ello, cuando iba él a sentarse agarraba a la gata por el cuello y la lanzaba por los aires. El animal observaba en la distancia. Si se quitaba los zapatos corría hacia la habitación y le traía una zapatilla en la boca, la dejaba y volvía a por la otra. El le daba las gracias con un puntapié. A Rosa esta actitud la empezó a preocupar, se estaba volviendo agresivo con sus animales en especial con su linda Pedji. Además estaban cambiando otras cosas en él: volvía tarde a casa, casi siempre bebido, no era tan cariñoso ni comunicativo como antes, y a todo eso unido que los negocios le iban mal, lo que ya había descubierto Rosa. Se había aficionado al juego y acumulaba multitud de deudas. Fue entonces cuando empezó a pasar demasiado tiempo en la taberna y la gata que ya le veía poco en casa decidió acompañarle para pasar más tiempo a su lado. Se lo consintió varios días pero al ver que perdía siempre en presencia de la gata pensó que le daba mala suerte y decidió que no le acompañara más .Al llegar a casa abrió la puerta del sótano y de un puntapié lanzó al pobre animal escaleras abajo, se quedó maullando y arañando la puerta mientras el se alejaba. La gata consiguió escaparse del sótano en todas las ocasiones en las que la pilló. Pero un día llegó a la taberna, se puso en un rincón donde no la pudiera ver Adrián y desde allí observó como perdía su dinero en las partidas de poker. Le escoltó a distancia hasta la casa . Cuando le dejó a la puerta la gata se fue. Él entró maldiciendo en la casa:
- Esta gata del diablo me va arruinar, ha traído la desgracia a esta casa, cuando la coja la mato.
Abría la puerta del sótano todos los días al llegar y lanzaba cualquier cosa escaleras abajo, intentado dar a la gata, y cerraba de un portazo. Después iba tambaleándose hasta el sofá, donde dormía la borrachera.
Se pasaba el día durmiendo, para desesperación de Rosa. Ésta, ya cansada, decidió abandonarle, ya que no entraba en razones, cogió sus cosas, al canario y el perro. La gata no la encontró y muy a pesar suyo la dejo allí.
Cuando se encontró abandonado , su furia fue mayor.
- Maldita zorra -empezó a vociferar.- A ti también te cortaré el cuello, igual que a esa maldita gata, cuando os pille …
Estaba todo desaliñado en la casa. También había descuidado su aseo personal, pero no le importaba, su obsesión eran el juego y la bebida.
Aquel día la gata, como siempre, observaba desde su rincón. Tenían mucho en juego, todos apostaban grandes cantidades. Adrián ya se había jugado todo anteriormente, por lo que uno de los jugadores le sugirió que si ya no le quedaba dinero que se jugara sus posesiones o incluso a su esposa. No lo dudó y para suerte de su mujer en aquella partida tuvo suerte, ganó, y para celebrarlo bebió aún más de lo habitual.
Salió de la taberna tabaleándose. La gata le seguía de lejos. Su alegría duró poco, le esperaban en la puerta dos hombres que le asaltaron. Habían estado observándole durante el juego y sabían que llevaba mucho dinero. Se lo quitaron con facilidad y le dejaron tirado en el suelo. La gata les siguió.
Se dirigieron al monte. Les daba la sensación de que alguien les seguía, habían oído ruidos entre la hojarasca. Miraron a su alrededor y no vieron a nadie. Cavaron con las manos para hacer un pequeño hoyo y después de echar tierra lo taparon con matojos. Se sentían observados. Vieron brillar algo entre la maleza, cuando se quisieron dar cuenta la gata se abalanzó sobre uno de ellos arañándole la cara:
-¡Maldito gato! -gritó el hombre mientras se lo quitaba de encima.
El animal salió huyendo. Fueron corriendo detrás lanzándole piedras que no consiguieron alcanzarle.
La gata parda volvió donde habían enterrado la bolsa, escarbó y consiguió sacarla. Con ella en la boca se dirigió hacia el agujero por el cual entraba y salía del sótano.
Adrián ya había vuelto a casa. Esta vez más enfadado que nunca. Y como de costumbre lanzó cosas al sótano maldiciendo a la gata. Tropezó en la alfombra cayendo al suelo. No tuvo fuerzas para levantarse y se quedó dormido en ella.
Cuando despertó ya estaba bien entrado el día. Empezó a buscar objetos de valor que pudiese jugarse esa tarde. Buscó las joyas de su mujer, y, al no encontrarlas, recordó que se había marchado, algo que durante días no había estado presente en sus pensamientos. Entonces cogió los candelabros de plata y el juego de té que con tanto cariño había guardado su madre. Los metió en un bolso de viaje que encontró y se fue al prestamista a empeñarlos. En la casa de empeños al verle tan desaliñado pensaron que sería un delincuente y no se quedaron con nada. Llegó a la taberna y puso sobre la mesa de juego el bolso con los objetos de plata. Los demás jugadores no querían aceptárlo ya que sabían que tenía dinero por lo que no tuvo más remedio que contarles el incidente de la noche anterior y que no le dejaron nada.
Aquel día la suerte tampoco estuvo con él pero se retiró más pronto de lo habitual y más sereno. En esta ocasión vio a la gata seguirle. Pero ya no le importaba había tomado una determinación. Se dirigió hacia el puente. Pensaba que su vida no tenía ningún sentido y que lo mejor sería acabar con ella. Se sentó en la barandilla y cuando se disponía a tirarse oyó el frenazo de un coche y cómo alguien gritó:
- Maldito animal. – La voz se perdió en la noche.
Se bajó de la barandilla y andó unos pasos, encontró la gata tendida en el suelo, muerta. La cogió y la echó a un contenedor cercano. Desistió de lo que quería hacer. Pensó que ya eran bastantes muertos por una noche.
Llegó a su casa aquella noche, por primera vez en mucho tiempo, sereno. Empezó a reflexionar sobre lo que había hecho con su vida . Vio su casa destrozada y se hizo el propósito de volver a ser el de antes. Se miró al espejo y se dio pena a sí mismo. Se quitó la ropa sucia que llevaba, se afeitó y duchó . Decidió que aquel sería el primer día del resto de su vida.
Comenzó arreglar todos los desperfecto que había causado en todo aquel tiempo, lo que le llevó varios días. Finalmente se sintió satisfecho. Le pareció oír arañazos en la puesta del sótano, como solía hacer la gata, pero sabía que ella ya no estaba allí. Bajó para asegurarse. Lo primero que vio fue correr un ratón, señal de que Pedja no estaba allí. Se sentó en el viejo sillón que la servía de cama a la gata, y embelesado perdió la noción del tiempo. Hasta que le devolvió a la realidad el timbre de la puerta. Subió pausadamente las escaleras, no esperaba a nadie.
Cuando abrió la puerta el encontrar a Rosa le alegró la cara.
- ¿Tú aquí?.
-Fue Pedja a verme, como otras muchas veces y parecía que quería que la siguiera. Vine en cuanto pude.
-No es posible, Pedja ha muerto. La atropelló un coche, yo mismo la puse en un contenedor de basura muerta.
-Sería otro gato.
Entonces se oyeron arañazos en la puerta del sótano. Abrieron la puerta y vieron como corría un gato escaleras abajo. Encendieron la luz y vieron como un gato pardo se escondía entre las piedras. Al poco tiempo lo vieron salir con una gran bolsa en la boca, que se la puso a los pies. Tras comprobar la bolsa y que el portador era su linda Pedji, la cogieron en brazos y los tres se sintieron felices por estar de nuevo juntos.
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