Poco te he visto y ya me cautivo tu mirada,
tu sonrisa, tu cabello, tu elegancia,
apenas te conozco y ya presiento tu fragancia.
Me siento como el profeta anunciando el paraíso,
“el dorado”, “el jardín de las delicias”,
“la tierra nueva” o la luz al final del túnel.
Entre la niebla veo tu rostro y entre el incienso tu nobleza,
me recuerdas la sabana africana de mis sueños,
la libertad, los colores, la vida y la supervivencia.
Aún no sé tus secretos y veo que eres un poema hecho mujer,
nos veo cuales amantes de Verona,
con la luz de la luna y un bello amanecer.
Tus divinos labios la meca del peregrino,
tus ojos, mi ancla y mi puerto,
tu corazón resume lo que deseo.
Paz, calor y pureza,
la pincelada perfecta,
qué Dios creo.
Dame la llave de tus tesoros,
la infinidad de tu grandeza,
prometo amarte la vida entera.
Por Julio Figueroa R. |