nos olvidamos que nos habíamos olvidado. estábamos atrapados, esperando que el desenlace nos dijera exactamente lo que queríamos oír, y si no era así, entonces nos iríamos a la tumba con dignidad.
quizá éramos idiotas y nos gustaba aferrarnos al dolor. quizá las cosas eran tan inmensas y el cielo y el mar tan infinitesimales que nos dolía dejarlo todo atrás. el miedo nos cautivaba, sólo por necesidad.
es difícil desprenderse de lo que nos desgarra por el temor a ser ínfimos, maldecidos bajo nuestra propia cruz. si todo se tornara más luminiscente sería como ver al revés.
partir de cero, borrar los desengaños. vaciar las horas.
asustarnos sin ser unos cobardes que huyen a pasos agigantados. alcanzar nuestras sombras que se recogen en sí mismas debajo de nuestros pasos.
éramos, éramos.
las mismas personas, eso éramos.
si no podemos dormir por las noches es porque nuestra cabeza nos persigue con su yugo, porque sin quererlo siempre estamos pidiendo piedad.
por soledad, por ataduras, por la vida que se nos va tan pronto.
si el corazón se va al exilio hay que ir a buscarlo.
si nuestras palabras están siempre sangrando hay que aceptarlas como se acepta lo sacro, dolorosas, agonizantes.

y sólo así alcanzar la redención.