Amor ctónico
Microcuento presentado a concurso. La premisa: que el tema sea amores que matan.
Su mano roza la mía y me siento perplejo ante cierta contradicción: nunca un tacto tan frío como el mármol había encendido en mí un fuego tan intenso. No hay escudo que me proteja ante el dulce aroma que ella desprende. Y aunque sé que todo esto no puede acabar bien, los hados ya han hablado y la tragedia ya está escrita. Sólo resta representarla: voy a mirar al frente y dirigirme hacia aquello que me depare el destino. Nuestro mutuo silencio permea la quietud del ambiente, petrificando el tiempo, deteniéndolo todo. Sus dedos se entrelazan con los míos y es entonces cuando saboreo una paradoja todavía más hiriente, cuya amargura infecta mi corazón: estoy hombro con hombro con ella y sé que su ira es tal que congela el alma de cualquiera que ose enfrentarla; pero conmigo no estalla, sino que mantiene una calma melancólica, apenada, lúgubre. Y ello, en cambio, hace que mi interior arda en llamas, que desee con todas mis fuerzas demostrarle la magnitud de mi anhelo hacia ella. Sé que mi espíritu no es en absoluto ignífugo y que mi voluntad acabará por ceder, a pesar de las devastadoras consecuencias. Necesito consumar este amor traicionero, esta pasión vil. Pero ella parece leer mi voluntad en el compás de mis latidos y aprieta mi mano con sus ardientes dedos de hielo, como si intentase disuadirme. Sin embargo, en mi fuero interno comprendo que mi acto, aunque autodestructivo, encierra en sí una valentía que sobrepasa en creces a la de cualquier héroe de áurea concepción. Así que poco a poco levanto el rostro, orgulloso de lo que siento. Ella parece inquietarse, pero se tranquiliza al comprender mi decisión definitiva. Incluso, momentáneamente, las serpientes que porta por cabello parecen calmarse también.
Entonces, sus ojos. |