Víctima de las circunstancias
Microcuento presentado a concurso. La premisa: que el tema sea amores que matan.
Una angustia terrible asediaba la no muy firme ciudad que constituía su alma en aquellos instantes. Dueño de una tremenda verdad, sentía que se estaba asfixiando. Todo empezó cuando, sin quererlo él, había descubierto que era no más que una ficción: un personaje creado por una mente hambrienta de inventar y de ganar un certamen literario. Inicialmente ello le entusiasmó, sabiéndose dueño del sentido de su propia existencia.
Pero una triste mañana se le reveló, casi accidentalmente, otro detalle: la premisa del certamen era amores que matan. Esto hizo que su corazón se encogiese a causa de saber que su destino sería inequívocamente trágico.
Fue entonces cuando recordó a Beatriz, aquella joven que despertaba en él un interés inusual. El miedo le sobrevino. Explorar esta atracción podría tener fatídicas consecuencias. Luego incluso se preguntó ¿realmente es pura mi atracción por ella o está provocada por las pérfidas manos de mi creador a fin de que la ame para darle muerte? Eso explicaría que ella estuviese investida de ese dantesco nombre de donna angelicata.
Le embargó una mezcla agria de rabia y confusión. No quería salir de su casa, atemorizado de conocer a alguien, hacer buenas migas, amarle y, finalmente, matarle. Pensó en amar a aquel malvado hacedor. Pensó incluso en amar al jurado del concurso, a fin de que las bajas produjesen la cancelación de éste.
Pero decidió que no, que en cuanto empezase a amarles lo último que querría era que muriesen. Sufrida existencia, la suya. Y, en un momento de sobria lucidez y amargo estoicismo, dio con la solución. Presa del más triste silencio, se enfrentó a su reflejo. Poco a poco, mientras iba amándose, notó como todo iba acabando. En un último esfuerzo, le deseo suerte a aquel que le había dado la vida y la muerte.
Julián Quijano
5-2010
|