LA MAGIA DE LOS OJOS VERDES
Marta terminó de atarse el cordón de su bota dispuesta a explorar los alrededores. Animó a sus amigas a que la acompañaran, cosa que no hicieron de muy buena gana. Se encontraban cansadas tras la caminata que habían tenido hasta llegar al lugar donde habían instalado las tiendas de campaña. Los chicos se quedaron con los últimos preparativos. Ellas cogieron los gorras y las gafas de sol. Marta además cogió su pequeña mochila, la abrió para comprobar si llevaba su bloc para hacer bocetos de paisajes que luego pasaba a lienzo, buscó su móvil y también lo puso en la mochila.
Habían partido de la pradera con dirección norte. El camino era un poco escarpado. Se encontraron en lo alto de una pequeña colina desde donde se divisaba un espléndido valle. Tomaron asiento en unas piedras, para reponerse de la subida, una vez repuestas, dos de ellas, Nuria y Vanesa, decidieron volver al campamento.
Marta se quedó contemplado el paisaje, saco su bloc y sus carboncillos y se puso a dibujar: a la derecha tenía un gran bosque de pinos, de frente el pico más alto con sus nieves perpetuas, a la izquierda, en una hondonada, corría un pequeño arroyo que provenía de la laguna que se divisaba en la lejanía. Se encaminó hacia ella. Fue subiendo y bajando pequeñas lomas hasta que llegó a un estrecho sendero que serpenteaba al borde del precipicio. El camino era poco seguro formado por pequeñas piedras, en las que resbalaría con facilidad. Estaba dispuesta a llegar a la laguna, quería dibujarla. Cuando sacó el móvil, para avisar a sus amigos de su posible tardanza, resbaló en la arenilla que había en una piedra. Salió rodando por el terraplén, junto con algunas piedras. En su camino topó con un árbol al que consiguió agarrase por suerte. Una vez a salvo de seguir rodando intentó reponer fuerzas. Sentada sobre la parte baja del tronco del árbol. En su descanso vio brillar algo medio enterrado entre las raíces que sobresalían de la tierra. Escarbó para cogerlo: era un medallón. Lo guardó en el bolsillo del pantalón e intentó la escalada con dificultad, por las magulladuras que le había producido la caída. Consiguió llegar a sitio más seguro donde pudo darse cuenta de que le dolía bastante el pie .Ya más tranquila recordó el medallón que había guardado en el bolsillo. Lo sacó y observó tranquilamente. Parecía de cobre, por lo rojizo, y tenía una piedra verde en el centro de una cruz, en cuyos brazos estaba tallada una serpiente, estos brazos a su vez sobresalían un poco de lo que era el medallón. En el espacio que quedaba entre la cruz había también algo labrado. Se sorprendió al comprobar que era como el que ella tenía. Sacó el medallón que llevaba colgado al cuello con un cordón negro, comparó los dos y eran básicamente iguales. Sólo una pequeña diferencia en la parte de atrás, en el suyo figuraba el signo más y en el otro el negativo. Esto le hizo recordar que la anciana que se lo vendió le habló de la existencia de un medallón gemelo, uno potenciaba el bien , otro el mal, y los dos juntos eran muy poderosos, pero siempre el mal arrastraba al bien.
Una gran fuerza empezó a apoderarse de ella. La atracción hacia algún sitio desconocido hizo que se levantara y olvidara el dolor de su pie. Una fuerza extraña se había apoderado de ella y dirigía sus movimientos. Fue caminando por un sendero sin obstáculos. Sin saber porqué se giró hacia la izquierda donde se encontró con una gran zarza que con sus manos fue apartando. Le resultaba muy difícil el paso, pero no podía detenerse ni revelarse. Las espinas se le clavaban en las manos, le hacían sangrar. No sentía ningún dolor. Se introducía más y más en aquel laberinto. Seguía el camino. Se oían ruidos extraños, posiblemente de reptiles moviéndose entre la maleza, no podía identificarlos, y aunque lo hubiera hecho eso no hubiera servido de nada.
A fin salió de aquella maraña de zarzas. Se encontró en un pequeño claro, sin salidas visibles. Había una gran roca de frente, quiso rodearla pero la detuvo una gran sapiente. Retrocedió. No tuvo tiempo de reaccionar cuando el suelo se hundió a sus pies .
La oscuridad invadía el lugar. Se encontró sumergida en una cueva oscura. Su vista tardó unos instantes en adaptarse a la falta de luz. Dirigió la mirada hacia donde le guiaba una voz que se oía de fondo:
- “Hace tiempo que te esperaba” .
Era una voz siniestra que le produjo miedo. Cuando pudo apreciar su figura, la recorrió un gran escalofrió. Era un hombre muy viejo, con una barba que le llegaba hasta el pecho. Su pelo también era largo y sus facciones, aunque no podían apreciarse muy bien , parecían siniestras.
En el centro de la estancia había un fuego sobre el cual, sujeto de una cadena, colgaba una caldera que humeaba. El hombre movía despacio su contenido, con un largo palo de madera. le indicó que se acercara. Iba añadiendo ingredientes y pronunciado conjuros. Dijo que con esa poción mágica conseguiría dominar el mundo. Solamente, decía, le faltaba lo que ella poseía, unos ojos verdes y los medallones del bien y del mal. Pero Marta no tenía los ojos verdes. Retrocedió aterrada . Se lanzó sobre ella para arrancarle los medallones, que vio colgando de su cuello, los agarró fuertemente y de un tirón rompió el cordón . Marta sintió como si le cortaran el cuello.
Los medallones salieron rodando por la estancia. Marta los empezó a buscar desesperada. Sabía que si los encontraba él sería su perdición. Consiguió uno de ellos y su primer impulso fue lanzarlo sobre el fuego, lo que provocó un gran estallido y la cueva tembló. Vio como aquella figura que le había aterrado tanto, se desmoronaba y finalmente sólo quedó de ella un montón de cenizas. El fuego comenzó a invadir la cueva y se sentía atrapada . Intento buscar la rampa por la cual había entrado y en su agonía tropezó con algo que sobresalía lo que debió detonar un resorte secreto que hizo aparecer una trampilla y salió otra vez disparada, rodando entre piedras y agua. En uno de los golpes perdió el conocimiento.
Cuando abrió los ojos, aunque deslumbrada por el sol pudo observar que se encontraba en la orilla de un remanso de agua producido por una cascada. Había una pequeña pradera llena de flores blancas, cerca unos álamos. Con gran esfuerzo consiguió llegar hasta una sombra para cobijarse del sofocante calor que hacía. Por primera vez se fijó en sus manos ensangrentadas, pudo sentir el gran dolor que invadía su cuerpo. Decidió irse a lavar las heridas. Se quitó las botas, el pantalón y la camiseta, tendió estos sobre unos matojos para que se secaran y se dirigió al agua colocándose el bikini. El agua estaba helada, provenía de las nieves perpetuas que tenía el pico más alto. Una vez lavadas las heridas pudo ver que eran bastante graves, nadó tranquilamente por todo el remanso, eso la relajo. Se acercó a la cascada chapoteando con el agua, pisó algo que se la clavo en el pie. Se agacho para ver qué era y se encontró con uno de los medallones. Lo dio la vuelta para ver cual de ellos era y con alegría comprobó que era el suyo. Siguió nadando. Le había cogido gusto al agua, ya no parecía tan fría. Cruzó todo el remanso y se dirigió a la pradera donde se tumbó al sol a secarse. El cansancio pudo con ella y se quedó dormida.
La despertó el tintinear de unas campanillas y el balar de cabras y ovejas, levantó la vista y vio como pastaban en la pradera. Un perro se acercó
a ella ladrando y vio a un pastor llamarlo.
- Buenas tardes ,- le dijo este.- no se asuste, es muy tranquilo, ¿qué hace
por aquí sola?
- Me ha pasado algo muy extraño, sin saber cómo me vi dentro de una
cueva, con un hombre muy viejo, que quería sacarme los ojos para hacer un conjuro para dominar el mundo.
- Es el brujo Medigan, en esta zona todo el mundo habla de él, pero nunca nadie lo ha visto. Suelen pasar cosas extrañas y nadie encuentra la explicación. Se le ha buscado por toda la sierra, pero no han encontrado su guarida .
- Tiene que estar cerca, yo salí de ella por esa cascada, pero creo que ya no existe, vi cómo se convertía en ceniza .
- Sería otro de sus hechizos.
- Mis amigos están en el llano de la dehesa acampados, ¿ como puedo ir
hasta allí?.
- Sigue todo el riachuelo abajo, procura no perder el sendero, el camino
es malo , pero te llevará al llano de la dehesa.
El pastor se despidió de Marta y se alejo detrás de su rebaño.
Marta se fue hasta los matojos para ver si su ropa estaba ya seca, se vistió y fue entonces cuando echó de menos su mochila, la había perdido cuando salió rodando por el terraplén, se había quedado si su boceto, esto la entristeció. Siguió las instrucciones que la había dado el pastor para no volverse a perder . El camino era realmente malo, pero no tanto como el que había seguido entre zarzas, entonces recordó sus heridas, se miró las manos y vio que no tenía rastro de ellas, sus manos estaban perfectas. Entonces empezó a dudar si no habría sido todo un sueño, pero el pastor la había hablado del brujo. En ese momento decidió no contar nada de lo sucedido a sus amigos, sólo diría que se perdió .
Cuando llegó a las tiendas de campaña ya estaba casi anocheciendo, había pasado todo el día perdida, no había nadie, pinchada en una tienda la habían dejado una nota:
Estamos muy preocupados, hemos salido a buscarte , te hemos dejado un teléfono. Si regresa llámanos.
Marta, ya de vuelta, al día siguiente, en casa le daba vueltas y más vueltas a si toda aquella aventura habría pasado o lo habría sido un sueño . Lo que más la extrañaba es que sus heridas se curaran tan rápidamente. Fue hacia el espejo para ver si en su cuello tenia alguna marca fruto del tirón que le había dado el brujo y observó una señal, aunque muy leve. Seguía contemplando el medallón, y esto la llevó a recordar lo que le dijo la anciana de que el mal arrastraba al bien. Ella pensó que eso sólo se lo dijo para justificar el precio tan elevado que la cobraba. Decidió visitar a la anciana.
Cuando llegó al mercadillo en el puesto estaba una chica joven con unos preciosos ojos verdes .
- ¿En este puesto había antes una anciana?. - Le dijo Marta a la chica.
- Si, era mi abuela. Murió hace un mes.
- Me vendió este medallón y me han pasado algunas cosas extrañas relacionadas con él, incluso me ha sanado heridas...– dijo marta dándoselo a la chica.
- Era mío. Me comentó que lo vendió para salvarme. El medallón pertenecía a mi familia, eran magos. Siete generaciones atrás hubo un gran conflicto entre dos hermanos. Cada uno se quedó con un medallón. La rama de la que yo desciendo se quedó con el medallón del bien y perdieron toda la magia. La otra parte se quedó con el del mal y potenció sus poderes .El medallón del mal con el tiempo desapareció, entonces el poder del mago disminuyó . Para conseguir otra vez todo el poder se necesitaba, aparte de los dos medallones, unos ojos verdes . Mi abuela sabía que si dejaba el medallón en mi poder, ya que era su legitima heredera, en algún momento conseguiría atraer al medallón del mal así que decidió vendérselo a alguien que no tuviera los ojos verdes. Para que el conjuro no se llegará nunca a realizar.
- Sí, ahora recuerdo que me miró fijamente a los ojos y dijo: “son azules”.
- Eran imprescindibles unos ojos verdes para hacer el conjuro.
-El medallón no lo encontraste por casualidad, el del mal encontró al del bien. Siempre fue más poderoso.
La chica presionó sobre la piedra verde, para enseñarle la inscripción. La cruz se separó del circulo y pudieron leer: “ el bueno se potencia con el agua, el malo se destruye con el fuego”.
- Tiré el otro al fuego ...
- Sin saberlo destruiste el malo arrojándolo al fuego, y el bueno te recompensó curando tus heridas con el agua. Espero que le cuides bien ahora que eres tú su legitima dueña.
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