Alvarado: Hay una mañana que desvaría entre todo lo que nos rodea, sin embargo el día inicia el implacable andar, se ha instalado en el tiempo una estúpida aurora que hoy llamaremos amanecer.
Entonces, hace años ya, robé niños maltratados del seno de sus propios padres, que eran como simples picaportes sin esmalte para esos progenitores, arrancando de sus manos lo que tanto desperdiciaron, lote que hoy sin duda me pertenece; siendo ahora mis hijos adoptados, cientos de ellos todo lo que poseo; además de los bolsillos hechos girones por la necesidad que depara la crianza en gran escala.
Pero el tiempo ha transcurrido de noche en noche, de crepúsculo en crepúsculo, de lluvias de gorriones tras bandadas de gaviotas que raudos pasan rumbo hacia el rio, de odiseas cotidianas en odiseas cotideanas por conseguir lo imprescindible, siendo hoy ellos mayores de edad que ni por las tapas sueñan con volver el tiempo atrás regresando de donde partieron compulsivamente.
Ahora y por siempre, hasta que por fin sobrevenga una revolución liberadora que los redima, que imparta justicia como se debe por medio de un gran caudillo, portan y portarán en sus manos guantes de boxeo, los reglamentarios, porque yo mismo fui un campeón mundial en el pasado no tan lejano y por supuesto pretendo que sean cual su papá mesías (aparte como para no apropiarse de lo ajeno pues como es sabido escasea el alimento junto con el aire puro incitando a hurtar por necesidad).
Para no poder escapar de la manada de hermanos a la cual pertenecen llevan una marca en la espalda hecha a yerro con una cruz invertida.
Mi rostro se ve reflejado en su sangre igual que el lago se hace espejo.
Muchas veces ellos gritan cual lobos en la noche con flecos pero doy fé que igualmente son felices.
Por mi parte, frente ante lo que tanto amo, triste voy extinguiéndome luego de un destino voraz por desgracia dejando la tarea inconclusa.
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