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02/11/2008
BUSCO TU RASTRO
En aquella noche triste te llevaron.
Te arrastraron por el polvo de la devastación. Polvo colorado con memoria. Huella repasada por miles de pies descalzos, rajados, que narraron paso a paso una depravada gesta en las páginas de ese libro abierto llamado tierra americana.
Ese tiempo quedó tatuado en la piel dolida de mi alma. Esos días en que arrastraron mi sufrimiento y mis ojos no lloraron. Solo hablaron... con amargas lágrimas que eran la misma tristeza por ver a mi pueblo lacerado en su grandeza, sus riquezas desmembradas. Infecta nuestra historia, mis hijas preñadas de penas, parieron a sus vástagos en cunas de llantos y yo con el alma amarrada no podía parar el desenfreno y me arrancaba las entrañas y las engullía para que no sirvieran de abono de la desgracia, que a pasos gigantescos nos aplastaba…
Indio mío te extirparon de un solo tajo. Han pasado varios siglos y aún te busco. Busco la mirada triste de tus ojos negros como noche de muertos. Hurgo en las cordilleras, en las nieves que se mueren y me acompaña un cóndor que en solitario vuela vistiendo luto para acompañar mi duelo. Duelo por mi hombre y mis hijos descarnados.
Indio mío aún te busco. Desde Alaska hasta la Patagonia. Soy tu hembra errante, hambrienta, en celo. Mi vientre espera el germen que propicie la raza nueva, fundida en una mezcla de pieles, costumbres y amor indestructibles.
Sueño esperanzas sin límites. Sueño la recomposición de nuestra tierra, de nuestras bellas flora y fauna. Sueño el baño desnuda en las aguas puras de una cascada que bautiza mi derecho a la libertad.
Soy tu mujer, la madre de tus hijos, vuelve mi amor, escucha mi lamento, te necesito, soy yo la que te habla, soy tu Pacha Mama
Ana Lucia Montoya Rendon.
02/11/2008
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