Aquellos que sueñan de día
son conocedores de muchas cosas
que se les escapan a los
que únicamente sueñan de noche.
En sus visiones grises
obtienen resplandores de eternidad,
y se estremecen, al despertar,
por saber que han estado
sobre la vera
de algún gran secreto.
Edgar Allan Poe
Calle Abajo
Aquí, en esta esquina, en el punto exacto en que se cruzan las dos calles que la forman, oculto se halla el centro del universo. Bajo adoquines untados en asfalto, entre las coloridas baldosas que cubren sus veredas desparejas, en las remendadas fachadas de sus construcciones de antaño, bajo las irregulares cornisas desmembradas, atrapado en sus floridos balcones, camuflado en los antiguos arabescos que lucen sus rejas. Aquí la lluvia, siempre cae nostálgicamente y el viento no sopla, juega a despeinar cabelleras haciéndolas flamear graciosamente, como a una bandera; aquí las nubes son la tela donde en cada amanecer y ocaso, alguien deja caer como al descuido, sus mas soñados colores; aquí por las noches, fugan de su encierro, los fantasmas nacidos de alguna ilusión equivocada, y es un sueño estar despierto y poderle contar a otro lo que es vivir aquí; da paz mirar al cielo cuando oscurece y sentir el silencio de la quietud zumbando en los oídos; aquí el tiempo no se detuvo pero dejó para siempre flotando en el aire, historias que nadie ha oído contar, pero que se perciben cerca, palpitando en cada molécula; son las mismas que referidas a no correspondidos amores, aun hoy se pueden escuchar en forma de prolongados lamentos, cuando el silbido del viento se cuela por alguna rendija. Más allá, calle abajo, está todo lo demás; la ciudad con sus miserias, la rutina y el sosiego, las mentiras verdaderas y las verdades aparentes, la hambruna y la mezquindad, la envidia y el celo, la hipocresía y el desamparo, el viento aterrador y la lluvia depredadora, la fantasmagórica realidad y la inercia de seguir el rumbo, resignadamente, sin rebeldías, tal como ha sido escrito. Ambos sitios se hallan bajo el mismo cielo, pero extrañamente aquí, en esta esquina la realidad y la fantasía conviven majestuosamente, esperando el distraído pensamiento de algún sonámbulo paseador, para enamorarlo y lograr así que hasta el fin de sus días, inevitablemente no pueda contener los deseos de regresar aquí, una y otra vez, intrigado por descubrir que misterio mágico esconde esta esquina. De echo, yo fui uno de ellos. En una madrugada regresaba algo ebrio a casa, luego de compartir una noche de jerga con amigos, cuando sin darme cuenta hice un alto aquí para encender un cigarrillo. Antes de reiniciar la marcha, recaté en lo amplia que era la esquina y en la brusca bajada que al “este” hacía la calle; recién entonces pude, por simple deducción, confirmar claramente porque esa zona era llamada “calle abajo”. Hacia allí me dirigía cuando de pronto me invadió la extraña sensación de no estar solo, a pesar del silencio y la quietud que reinaba a esa hora; y efectivamente, no lo estaba. Apenas si giré la cabeza cuando descubrí a mi lado a una mujer alta, erguida, de larga cabellera oscura, que me contemplaba con un cigarrillo apagado en su mano, el que luego se llevó a los labios, insinuándome con la mirada, sin que mediara palabra alguna, que se lo encendiera. Así lo hice; tomé de mi bolsillo el viejo encendedor a bencina que uso habitualmente, le quite la tapa y de un primer intento hice la llama; ella al verlo, se mostró como fascinada por el mechero, por lo que luego de aproximarse con el cigarrillo y encenderlo, lo tomo de mi mano y quedándoselo, a modo de “gracias” me sonrió para después seguir camino calle abajo. –Espera... -le grité– como te llamas-; ella se giró y solo dijo: -“Dafne...”- luego la vi cruzar de acera y entrar en una antigua casa con ventanas de vidrios biselados que daban a la calle. Lo extraño de aquello era que a pesar de los zapatos de tacón que lucía, no había escuchado sus pasos ni al llegar ni al irse; además al detenerme en esta esquina, recordé haber girado mirando a las cuatro direcciones del cruce, sin recatar en ningún momento que alguien estuviera por allí; ni siquiera a la distancia o por venir. Como había hecho entonces, para aparecer a mi lado así, repentinamente, sin que un mínimo ruido me advirtiera de su llegada, perfectamente audible en el silencio de aquella hora. Bella y seductora, me cautivó a tal extremo su proceder que decidí volver al otro día y averiguar quien era. Aguardé durante horas frente a la casa, para verla pero solo una anciana entraba y salía haciendo sus compras habituales. Pasado el mediodía y cansado ya de tanto esperar llamé a la puerta. Como era de suponer, fue la anciana quién atendió:
- Que desea joven-
- Busco a Dafne... -
- Si, soy yo; que desea-
- No no... la Dafne que busco es mucho más joven que usted señora. -
- Pues... esta usted confundido; aquí solo vivo yo.-
- No puede ser señora; la mujer que busco es morena de cabellos largos y de unos cuarenta años que ayer vi entrar aquí, de madrugada.-
- Debe estar confundido; ya le dije, vivo sola aquí y nadie más que yo entra y sale de esta casa... y menos de madrugada; yo no salgo de noche.-
Por la seguridad con la que me hablaba, intuí que no me estaba engañando, pero el hecho de llamarse igual a la Dafne que había conocido apenas unas pocas horas antes, despertó en mi sospechas de que algo misterioso que la anciana desconocía, estaba ocurriendo en aquella casa.
- Digo señora... ¿usted no sabe de otra persona por aquí que se llame también Dafne?-
- No joven, no... inclusive no conocí a nadie con el mismo nombre; ahora perdóneme pero tengo muchas cosas que hacer-
Confundido y algo resignado, callé y fue en el momento en que la anciana empezaba a cerrar la puerta que en un vistazo fugaz al interior de la casa, descubrí sobre un antiguo cristalero un portarretrato con una foto muy familiar a mi recuerdo.
- ¡Espere!... ¿Quién es ella? –dije señalando el portarretrato-
- Soy yo hace cuarenta años, cuando tenía treinta y cinco- -contestó mirando la foto-
- Esa es la mujer que busco; la que vi anoche entrar aquí... -
- Mire joven, ya me cansó; no voy a permitirle que me tome el pelo. ¡Váyase inmediatamente ó llamo a la policía!... !Que embromar!.-
Eso fue lo último que le escuche decir antes del estrepitoso portazo con el que me despidió. No conforme con lo que me había dicho, indagué entre los vecinos hasta que logré constatar lo dicho por la anciana. Efectivamente, no tenía hijas, ni hermanas, ni en lo absoluto algún pariente conocido y en realidad aquella era una foto que en plena juventud se había hecho tomar, antes de recluirse a vivir en una soledad, ausente hasta de visitas. Nada tenía lógica; todo parecía fantasmagóricamente irreal, pero yo estaba seguro de haber estado esa madrugada con la mujer hermosa que en el retrato sonreía en sepia. Pensé en el excesivo alcohol que aquella noche bebí y concluí en que pude haber inventado aquel delirio, pero ¿y el nombre... como lo supe?... ¿y la mujer de la foto?; ¿cómo podía ser la misma que había encontrado?. Descarté entonces haberla imaginado; la intriga se hacía cada vez mayor y no estaba dispuesto a renunciar hasta verla nuevamente, por lo que esa madrugada volví, como en la noche anterior, a detenerme en la misma esquina. A medida que los minutos transcurrían y la hora se aproximaba, aumentaba mi tensión; quise encender un cigarrillo, pero no halle el encendedor; recordé entonces que ella se lo había quedado, por lo que me resigné a sostenerlo apagado entre los labios, mientras que obsesivamente buscaba a ambos lados en las calles del cruce algún indicio de ella. Solo yo, el silencio y el viento poblaban la desolada esquina hasta que al fin detrás de un árbol, la descubrí, caminando entre las sombras, lentamente hacia mi. Cuando estuvo solo a centímetros, dejo que viera en su mano mi encendedor; le quito la tapa y de un primer intento logró la llama; enseguida, extendiendo el brazo, la acercó al cigarrillo que yo aun sostenía apagado entre los labios, y sonriendo dijo:
- Aquí solo regresan los que han tenido un pasado. –
- A que te refieres cuando dices “aquí”. –respondí-
- Precisamente a esta esquina.-
- Eres misteriosa; te apareces de madrugada pidiendo silenciosamente fuego; entras en una casa donde no vives y en la que hay una foto tuya, tal cual te ves ahora, pero que una anciana me asegura que no eres tu, sino ella cuando era joven; te encuentro únicamente de madrugada y sola; no se escuchan tus pasos y te dejas ver de pronto, sin que pueda descubrir por donde vienes; además, algo que me atrae de ti y no sé lo que es... -
- ¡Vaya...! Apenas si nos vimos un par de veces y ya te estás enamorando de mi...
- Antes me gustaría saber quién eres –
- Que tal si te propongo jugar a seducirnos, pero nada mas...!Que dices...!
- No estoy de ánimo para juegos; empieza por decirme que ocultas... -
- Bien... Creí que esto duraría más pero ya veo que no, aunque confieso, pensé que tu atrevimiento de irme a interrogar en la mañana de ayer me había puesto en evidencia... –
- ¿Interrogarte?... Solo hablé con una anciana... -
- Si, es cierto, solo que... yo soy ella...
- ¡Que dices!... -
- Es la verdad.
- ¿Cómo piensas que puedo creer algo así. ? -
- Dime, te gusta soñar...
- A que quieres llegar... -
- Solo contesta, nada más... -
- Deacuerdo; si, me gusta... -
- ...entonces coincidirás conmigo que algunos sueños se cumplen y otros... no; también que nunca renunciamos a la ilusión de que alguna vez se cumplan; es decir mantenemos siempre viva una esperanza... pero, también sabrás que la esperanza tiene un implacable enemigo: “el tiempo”; y así llega el día en que se transforma, de tanto esperar a que se cumpla, en un simple sueño, ya sin esperanza y eso pasa cuando nos damos cuenta que es demasiado tarde para algunas cosas... ¿ De acuerdo... ?
- Así es... -.
- ... ¡pero,,, pero... pero...! -siempre hay un pero-, aun así, no está dicha la última palabra; a pesar de todo, ese sueño sigue ilusionándonos con situaciones que pudieron haber sido, y eso nos da vida, aun reconociendo que son incumplibles. Estoy confesándote -adorable señor- que cuando duermo... sueño imposibles. Yo soy un sueño de mi misma, solo que cuando despierto, el presente me devuelve a la realidad y eso me imposibilita ser esa que sueño. Todas las noches me veo así, tal cual tu me ves ahora; en la mejor época en mi vida; cuando lo tenía casi todo, juventud, belleza, vitalidad, salud y mucho tiempo por delante para alcanzar lo que soñara, pero... no todo se da. Yo soy un sueño de mi, y tu estás aquí para que dormida, mi fantasía tenga sentido. ¿Te cuesta creerlo... no? –
- Todo lo que has dicho es muy lindo y hasta tiene un hilo de lógica pero prefiero sonreírme y pensar que todo esto es un juego tuyo a pensar que estas loca... -
- Te he dicho la verdad y sé que no es fácil aceptarla tal como te la he contado, por eso dejaré que tu, llegues solo, a una conclusión cuando no encuentres la lógica que buscas.
- A ver si lo entiendo; debo creer, entonces, que no existes... ¿O sí?...-
- Solo en esta esquina, calle abajo no. Fue un error que te detuvieras justo aquí y de madrugada, pero si de consuelo te sirve, muchos lo han hecho antes que tu; fíjate bien durante el día y verás que algunos pasan una y otra vez por este lugar sin tener un motivo aparente, tu también no podrás evitar hacerlo.
- No estés tan segura... -
- Si lo estoy.-
- No puede ser, tú eres tan real aquí como calle abajo como en cualquier sitio. -
- Bueno, entonces cuando me vaya, búscame; averigua, pregunta... Ten claro que si hablas de día conmigo, seguramente te tomaré por loco ó quizás me vuelva loca yo, si recuerdo este sueño y te veo frente a mí tal como te estoy viendo ahora pero despierta; creo que me sentiría como tú en este momento... ¿ No crees?. -
- Si, tal vez...
- Creo que llegó el momento que me vaya.-
- Espera... ¿Podremos vernos mañana? –
- Depende... -
- Depende de qué... -
- ... de si te sueño-
- Esto ya es demasiado... ¿Podríamos hablar en serio?
- Hagamos una cosa; tal vez sueñe otra vez en ser joven solo que no sé cuando; trata tú de soñarme a ver que pasa; ahora si... me voy. ¡Ah!...cuando vuelvas, no pierdas el tiempo en buscarme. Yo te daré una señal para que sepas que aun estoy aquí.
- Y que te dice que volveré.-
- Ya verás... lo harás una y otra vez de madrugada y por la mañana y por las tardes y muy entrada la noche; ahora que sabes el secreto de esta esquina, volverás. Estás viéndome tan real frente a ti, que a pesar de no creerme, intentaras convencerte sea como sea.
Luego giró y caminando hacia la casa, volvió a entrar como si realmente viviera allí. Durante varios minutos quedé reflexivo mientras terminaba el cigarrillo. Evidentemente aquella mujer encerraba un gran secreto y si bien a ninguna mente sana podía caberle la posibilidad de que fuera cierto lo que decía, tampoco tenía en claro ni una sola respuesta a los misterios que alrededor de ella se habían tejido. Dado que la vi entrar a la casa, decidí quedarme allí vigilando aquella puerta; quería verla salir como había entrado. Faltaban pocas horas para que la anciana despertara y comenzara con sus habituales compras. A las ocho en punto la vi descorrer el postigo metálico de las ventanas y abrirlas para ventilar. Poco después a las ocho y media tal como lo había previsto, salió. Fue cuando aproveché para cruzar de acera y con cautela registrar desde la ventana el interior de la casa. Por una se veía el dormitorio con una cama matrimonial, una antigua cómoda y en igual estado un ropero pequeño, una mecedora, dos mesas de luz y un espejo con marco de madera trabajado. También se alcanzaba a ver un baño simple, sin bañera ni bidet. Desde la otra ventana claramente se podía vislumbrar un comedor diario y una puerta abierta que daba a una cocina pequeña sin ventanas. Todo estaba expuesto ante mis ojos, hasta la foto de ella que desde el cristalero, seguía sonriendo en sepia. Yo la vi entrar y seguro estaba que no había salido; entonces... ¿dónde estaba?. Comencé a sospechar si no habría algo de cierto en lo que me había contado, pero solo fue por unos segundos, nada más; tenía que encontrar una explicación lógica a todo aquello, pero cual. Esa madrugada y la otra y la otra, regresé a esperarla, pero fue en vano, nunca más volví a verla. En todo ese tiempo, descubrí que ciertamente algunos, reiteradas veces pasaban abstraídos, como esperando encontrar algo allí. Yo no quería ser uno más y rehusé volver para impedir que también el vaticinio se cumpliera en mi, tal como ella lo pronosticó, hasta que una mañana, distraídamente me encontré pasando frente a la casa, y allí mi sorpresa fue cuando la anciana, que barría la vereda, al verme se animó a llamarme.
- Joven, no se piense loco por lo que le contaron, que en definitiva no sé, ni piense que yo soy la loca; si antes no le dije esto, es para que no pensara que lo estaba, pero ahora es distinto. Ya sé que lo sabe y que no encuentra explicación a muchas cosas; yo tampoco, pero le diré... en esta esquina todo puede ser, no me pregunté porque, yo estoy en la misma condición que usted, tratando de encontrarlas, pero a diferencia suya... aceptándolas. Venga pase, no me gusta hablar de esto aquí afuera...
Al entrar vi que la foto estaba en el mismo sitio de siempre, solo que junto a portarretrato estaba también, vertical y reluciente mi encendedor a bencina.
- Donde consiguió ese encendedor... - le pregunté sin dar detalles-
- No lo sé... ni sabía que estaba allí. ¿Es suyo? –
- Sí...
- Debo haberlo encontrado en la calle y quizás, no lo recuerdo, allí lo puse sin darle mayor importancia, aunque... me suena raro... -
- ¿Qué cosa...?
- ¿Haberlo puesto justamente allí y no en la cocina ó en otro lado...? Además todas las mañanas le paso un trapo a todo y le puedo asegurar que ayer no estaba...
En ese momento su rostro se transformó, como si repentinamente se hubiera dado cuenta de algo; sus ojos se abrieron temerosos de que aquello tuviera que ver con ella.
- Si dijo que era suyo tome, lléveselo...
- Usted no me va a creer pero este encendedor tu... –
- ¡No!... Si este encendedor tiene algo que ver con la esquina y conmigo, no quiero que me lo cuente... ¡por favor! Temo que me volvería loca y sería lo último que me faltaría antes de morir... Perdóneme, pero por su bien debe enterarse de algo; cuando yo tenía la edad del retrato, creo haber vivido la misma experiencia que usted al detenerse en esta esquina, solo que mi pasión fue tanta que no me resigné a vivir con otro que no fuera él, y aquí me ve, durante años esperé en vano que esa fantasía se haga realidad, y así fue que envejecí... sola; por eso joven, hágame caso; tomé su encendedor y márchese... Olvídese de todo y no vuelva más a esta esquina.
Sin dudas, el mechero junto al retrato, era la señal que ella dijo me daría. Me fui frotándolo entre los dedos , sintiendo el calor del metal, tal como si alguien lo acabara de apagar y oliendo como un perfume su bencina, tratando quizás de hacerme a la idea vana, que algo de ella en él, se había quedado.
Desde entonces no puedo evitar pasar una y otra vez, de mañana, por la tarde, o de madrugada por aquella esquina y puedo asegurarles que aun, cuando muy entrada la noche, nadie la transita se ven sombras sin forma advirtiendo que alguien está; tal vez sean los fantasmas de quienes al haber vivido y muerto allí, renuncian al paraíso por no abandonar esta esquina. El progreso, también allí avanza vertiginosamente y seguro, en un futuro no deje rastros de lo que todavía es hoy; somos cada vez menos los que sabemos de este gran secreto y no nos vamos a otra esquina, porque aquí es nuestro sitio y estamos listos para defenderla con uñas y dientes de su peor enemigo... el olvido, que viviendo calle abajo tarde o temprano vendrá, para pasearse triunfador cuando ya ninguno de nosotros quede para contarlo; lo que él no sabe, es que regresaremos en sombras chinescas para alentar a la niña enamorada ó al romántico muchacho, a soñar con un pasado sin haberlo conocido ó tal vez porque no... a inventarlo, pero solo aquí, en esta esquina; jamás calle abajo
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