De manera provisoria me debato con lo que sin darme cuenta, empieza a pasarme por delante de los ojos con la sospechosa intención de definir mis próximos pasos…
Definitivamente no queda mucho, porque en lo mas exacto y certero las cosas se ponen borrosas, mis ganas se distorsionan, se distraen, piensan en lo que se presenta como inamovible y por alguna razón temen que, lo que es mas seguro, se transforme sin quererlo.
Buscar lo desestructurante hasta en lo imposible. Buscar lo que nos saque del esquema hasta en lo prohibido.
La necesidad de evitar lo permanente sin pensar en las consecuencias, eso parece ser hoy lo único cierto. Los resultados de lo que se piensa asustan hasta a uno mismo y lo sorprendente es que para esos mecanismos no existen las mismas piedras.
Me olvido sin quererlo, y de vuelta me pierdo.
Se puede y no se puede. Se puede contra lo que no se puede, aunque sea en la intención, aunque la frontera a romper, destruya todo lo conocido
Y como si fuera efecto de la catarsis, ahora busco de nuevo y la sensación desaparece como si pudiera manejarlo.
Como si algo me ubicara en el lugar de salida… o de llegada; y la hipercrítica se redimensionara hasta el masoquismo y se me presentara con el escrito mas completo de razones coherentes para dominar lo que se siente.
Si lo que se quiere no se puede… donde esta la esencia de aquello que hacemos, dónde van las cosas que nunca fueron actos. Y de los que fueron? y de los que todavía quieren ser?
Esa parte de nosotros mismos que nos mira más de cerca, se vuelve fundamental, o el peor de los aliados… cuando en los giros que no nos dejan bajar, corremos estos miles de riesgos.
Pero si la compulsiva observancia nos transformara en los dioses de todos los destinos, quitándonos realidad, para dejarnos en otro plano? Y si ese culto de lo que somos y no somos, no nos permitiera vernos realmente? Supongo que esta convivencia inevitable, necesaria e inmanejable nos permite volver a vernos a pesar de lo desagradable del encuentro.
Si aquello que nos sostiene, nos mantiene,nos retiene, nos contiene; se nos volviera paredes, techos, sogas, lazos, cadenas… probablemente se transformaría en esta necesidad molesta de salirnos, de rompernos. De hacer aquello que decimos con tanta soltura, tanto supuesto convencimiento… que termina siendo solo el relato de eso que le pasa al resto.
Por qué se le quita el poder a lo que se genera adentro por conservar las formas.
El 17 de noviembre es el día mas largo de todos los años.
Te quita el hambre, el sueño, la tranquilidad, la concentración. Te hace pensar en todo y en nada, te hace preferir la soledad, y la compañía...
El 17 de noviembre se robo la noche.
Por mas que cierres lo ojos te levanta convidándote el té a las 5:00 de la tarde.
Se robo la música, se robo lo pasado, y a las salas de cine las convirtió en teatros.
Este 17 de noviembre se robo a Francia, y la saco de todos los mapas. Cambio los colores de lo que estaba inmóvil en las repisas. Movió lo estático e hizo correr los ríos.
El 17 de noviembre me sentó en esta silla a escribir sin saber que decir.
Me hizo prender varios cigarrillos sin ganas, me hizo perder las definiciones, me hizo estar ausente, me hizo doler la panza, me hizo esperar, y hasta decir lo inesperado. Me hizo sentir, disfrutar, temblar, y mirar por la ventana por largos ratos. Me hizo tener estas ganas de gritar y hacer mudas todas las frases.
Este 17 de noviembre no pasa al mismo ritmo que el resto, y mantiene esta mano apretándome el pecho desde temprano.
El 17 de noviembre me hizo preguntarme mil sinsentidos; sobre la belleza, las sensaciones, los tiempos, lo complicado, las casualidades, las causalidades, lo que se dice, lo que se hace, los subtes, los colores, el cubo y los seis eslabones de alguna linda historia.
El 17 de noviembre se para el tiempo, para despedirse, para irse, para volver en algunos días, en años, en nunca, en para siempre. Si es que puede, si es que debe, si es que se puede escapar por alguna grieta para repetirse o hacerse único, completo, real y definitivo.
Y si lo que hasta ahora se presenta como perdurable se diluye en lo acordado, en lo dispuesto, en lo instituido, en lo cotidiano. Entonces las sorpresas quedan atrapadas junto a aquellas cosas que no salen de lo esquemado por miedo de no ser lo suficientemente sólidas e inmortales.
¿Y si de tanto intentar escaparme me enamoré del exilio?
Exilio al que, por el momento en que nos encontramos, solo tengo para darle mis momentos.
Este exilio que me devolvió las ganas de viajar bien lejos algunas horas al día, algunos días a la semana. Que me dio ganas de acompañarlo a escaparse conmigo de lo que nos define para el resto. Convidándome a escucharme todo el tiempo… sacándome de lo cotidiano.
Ese cotidiano que se trasforma en mi peor enemigo, cuando escucho tus maneras de tratarlo por teléfono y, por lo que asumo, crea durante el día, que es seguro que lo crea, y que sin poder evitarlo, me imagino.
Es este lugar alejado de la vista ajena, lejos de lo que no quiere repetirse solo por el hecho de repetirse, la manera más sincera que encontré para enfrentarte.
Le robo a lo exiliado la frase que mas repite: “En este momento de total confusión”. Se la robo como si pudiera,
por la necesidad de completarla para hacerla mía:
en este momento de total confusión… esas horas y esos días de cuerpos cansados sin sueño y de vacíos en los estómagos sin hambre, son lo que mas disfruto. Son el alerta que me mantiene, son el ruido mas claro, el lugar más cómodo e inseguro, más templado, más alegre, menos de otros y más mío. Mas de quienes tengan ganas de hacer lo que se puede, de vivir entre montañas, de dejar las calesitas para despertar con este hermoso miedo todas las mañanas.
Le robo esa frase al exilio, para así sacarle las comillas a lo que se dice, para que no sea de nadie,
para que sea tan de quien lo quiera, y que lo salve del odio de todo aquello que tiene dueño. |