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CENIZAS



Salí corriendo desesperada, llevándome todo por delante. Bajé la escalera con peligro de caer rodando, nada era suficiente para huir más rápido. Atravesé la cocina y terminé en la mitad del patio con el corazón enloquecido. Mi madre, sorprendida preguntó:¿Qué pasa?
— No se te ocurra cremar a la abuela, mamá ¡no se te ocurra!


Hacía tres días, había fallecido mi abuela paterna, después de una larga enfermedad. Sus restos estaban en depósito esperando ser cremados. Mamá estaba ventilando y limpiando la habitación en que descansara hasta hacía pocos días.
Siempre sentí curiosidad por las pertenencias de la abuela. Tenía antigüedades de todo tipo y tamaño. Decidí hacer una selección personal de sus pertenencias. Mientras mamá sacaba muebles, ropa, frazadas; yo revisaba los lugares más recónditos: cajones, canastos, cajas musicales, alhajeros…y el ropero. Tenía muchísimas cosas, revisarlas me había llevado todo el día; cada vez que intentaba abandonar, algo más llamaba mi atención. Como aquella extraña copa. Parecía un trofeo deportivo. No pude con mi curiosidad; aunque me costó, la abrí; algo golpeaba en su interior llamándome a investigar. Era una especie de piedra. No entendia como lograron guardarla allí, porque no pude sacarla. La di vuelta, pero no cayó. Metí la mano y la toqué, noté que su textura era áspera, como caliza. ¿Para qué guardaría mi abuela una piedra como esa? Mis yemas quedaron blanquecinas y parecían oler a cenizas. Como no pude sacar nada en claro, la dejé a un lado y seguí con mi inspección. En unos segundos, la copa empezó a saltar como si tuviera un sapo, cosa que era imposible. La habitación quedó en penumbras y del extraño recipiente salió una niebla que empezó como un hilo y luego se presentó en medio del lugar, similar a un nudo de humo que tironeaba de un lado a otro acompañado de voces y ruidos. Se formó una estela muy larga y logro separarse del núcleo, apareciendo la figura transparente de un hombre, vestido a la usanza antigua. Con una voz que no sonaba como tal, exclamó:—¡Por fin pude salir!.
Luego fueron separándose y aparecieron dos mujeres y dos hombres más. Me miré los dedos y razoné. En la familia de mi abuela, tradicionalmente, se hacía la cremación desde mucho tiempo atrás… y ella los guardó a todos juntos. Con los ojos desorbitados, lancé un grito y salí despavorida.
Ya en medio del patio, con mi madre mirándome, rompí en llanto. Ella pensó que remover todo aquello me había afectado y no entendió lo que le dije. Una vez calmada y delante de toda la familia, conté lo sucedido, pero nadie me creyó. Revisaron la habitación, encontraron la copa con las cenizas petrificadas, pero no podían verificar lo que yo decía , excepto por una nota manuscrita que estaba en el piso del ropero: Aquí están las cenizas de quién más he querido en la vida. Papá recordó que era por el abuelo que había escrito aquello. Pero nada confirmaba la presencia de los fantasmas.
Me alejaron del lugar. Yo no quise quedarme a dormir en casa, fui a pasar la noche con mi tía Inés que vive a seis cuadras de mi casa. Esa madrugada, mis padres golpearon a su puerta huyendo de los fantasmas que se la pasaron discutiendo, corriendo, moviendo las cosas, y por momentos llorando.
Discutieron la posibilidad de llamar a un parapsicólogo, cazador de fantasmas o exorcista. Nadie sabía como encarar la situación.
La cremación de la abuela se realizó como había sido programada. Yo pedí que no trajeran la urna a casa, papá me prometió no mezclarla con los demás y tenerla siempre a la vista. La colocó sobre la chimenea. Aquel día fue bastante triste para todos.
En la madrugada me despertaron unos ruidos, me levanté con sigilo y bajé al comedor. Allí, frente a la chimenea, discutían los cinco fantasmas qué harían con las cenizas de mi abuela. Corrí a despertar a mi padre y, de regreso vimos como los espíritus llevaban la urna hacia el cuarto. Crucé el pasillo y di un grito tan fuerte que los espanté, mientras la caja caía estrepitosamente. Por suerte no se rompió ni se abrió.
No sabíamos qué querían ni como averiguarlo. Mi papá durmió en el comedor, cuidando la urna, y mis hermanos y yo, con mamá en su dormitorio.
Los fantasmas se instalaron en la habitación de la abuela y desde allí salían a recorrer la casa. Aparentemente no querían hacernos daño, pero no era agradable escuchar sus conversaciones de ultratumba o encontrarlos en medio del camino.
Durante tres noches, después del intento de apoderarse de la urna, nadie pudo dormir escuchando sus discusiones, culpándose unos a otros de no se qué problema sin resolver y en ocasiones, lloraban lastimeramente.
En la cuarta noche, papá agotado, dormitó en el sofá y soñó una larga conversación con su madre. Al día siguiente, se levantó decidido a hacer un viaje.
—¿ Adónde?
—No sé, tiene que ser un lugar natural, bien alto, donde haya agua, un lago, un río o algo así…
Anoche, en un sueño, mamá me decía que su anhelo había sido guardar las cenizas de sus seres queridos con ella, pero su propia voluntad era otra. Cada uno quería que se esparcieran en un lugar particular, distante uno de otro, pero siempre natural. Lo ideal será llevarlos a una cascada donde el agua desarticule la piedra y la arrastre a placer, hasta no dejar nada…
De inmediato nos pusimos a organizar el viaje. En esos días, los fantasmas parecieron calmarse, quedándose en la habitación de la abuela.
E l lugar que elegimos era maravilloso, tenía una cascada importante. Mi padre lanzó la copa al centro de la caída del agua y esta se la tragó, desapareciendo de la superficie. Unos minutos después, escuchamos carcajadas y extraños ruidos. Nos marchamos de inmediato.
La casa volvió a su tranquilidad habitual. La urna con las cenizas de mi abuela aún descansa sobre la chimenea, a la vista de todos; yo, de vez en cuando, la sacudo para constatar que no se haya petrificado

Texto agregado el 04-01-2011, y leído por 163 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
04-01-2011 Fue muy exquisito perderse entre tus letras... muy buena historia. pohebe
04-01-2011 Muy buena la idea de esos fantasmas prisioneros en la piedra de cenizas, un cuento bien llevado. loretopaz
04-01-2011 Una atrapante historia muy bien narrada , me encantó leerte =D mis cariños dulce-quimera
04-01-2011 Me agradó leerte. La historia es original y muy bien narrada. Y no lejos de la realidad. Felicitaciones. ZEPOL
04-01-2011 Extraordinario relato. Tienes la virtud de atrapar y eso es envidiable. Fue todo un lujo leerte. susana-del-rosal
04-01-2011 Encontré tu escrito muy creativo, más que nada me gustó mucho la imágen de la piedra comprimida de cenizas con sus fantasmas adentro, ese aspecto lo encontré interesante. También me sonreí cuando expusiste sin darete cuenta un aspecto que es muy propio de los humanos, la ansiedad de hurgar en las pertenencias, incluso cuando el cuerpo aún está tibio. maria_eleonor
 
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