Cuando niño comía hormigas, no es tan grave, he visto a mocosos comer cosas peores. Los Yanomamis también las comen, asadas. Y arañas. Y Gusanos. El otro día vi en una revista de esas bizarras –¡qué palabra!- clarísimas fotografías de platos bizarros que se preparaban en países también bizarros. Todo un ignoto mundoasqueroso en donde lo más normal era zamparse una sopa de cucarachas.
Pican un poco al principio, las hormigas, pero una vez atontadas en la saliva pasan sin mayores dificultades al estómago. Dejan en la boca un sabor a pantano.
Eso de niño, aclaro. Ya no las como. Ahora sólo las observo. Me paso horas estudiando cada recorrido y cada clase social, porque las hormigas son clasistas. Las que me interesan más son las exploradoras, ¡esos sí que son bichitos valientes!. Salen de sus colonias como proscritas, autodesterradas, y se van en busca de comida sin temor a los grandes peligros que las acechan en cada centímetro de tierra. Un escupitajo, un pisotón, un shshshs de aerosol. No obstante, la excursión tiene sus ventajas, libra a la expedicionaria del pesado y monótono trabajo de la colonia.
Pero basta de hormigas, hablemos de seres un poco más grandes, hablemos de mis amigos y nuestra organización.
Piter Casteló es un tipo autodidacta, a punta de libros se ha hecho de un bagaje cultural bastante aceptable. Dice que todos los seres humanos partimos de la misma base intelectual, que cuando somos lanzados a este mundo, dice así lanzados porque es existencialista, estamos mas o menos al mismo nivel cualitativo. Según él, no hay diferencias determinantes. Las diferencias, aclara, se acentúan con el paso del tiempo. Hasta aquí nada nuevo. Lo que asusta un poco de su discurso es que le atribuye enorme trascendencia -si es que esa palabra se puede usar en los seres humanos- a la casualidad. Dice que es el azar y sus absurdos caprichos, guste o no, el que nos va modelando.
- Es como una excursión a ciegas por el Amazonas, nunca podrás estar seguro de nada -dice-, no hay dios ni línea recta, la geometría se desintegra y la reemplaza el caos orgánico.
-Estupideces de fracasado -sentencia Juvenal Restrepo, tipo de brilloso peinado oblicuo, traje cuidado y fino reloj- , todo tiene una disposición, que tú no la veas no significa que no exista, Piter pastelazo.
Y la discusión se retoma por milésima vez, dialéctica por allá ser en el mundo por acá, toma tu psicoanálisis y métetelo en el culo o me cago en Marx. A veces intervenimos, pero solo para reírnos aprobatoria o reprobatoriamente de algún ingenio. El Levadura -inseparable amigo del pan- es el que más interrumpe a los contendores. El otro día, además de reírse escandalosamente, se atrevió a cuestionar la validez de las palabras como mensajeras de las ideas, y la cerveza viajó en línea recta desde la boca del Piter a su mofletudo rostro. Ante su sorpresa, incredulidad y cara de qué te pasa mono, Casteló le respondió que eso era lo que estaba pensando hacía rato, pero que, en vista de su opinión, consideró mejor no verbalizarlo.
En ese momento el Doctor Miguel y yo creímos pertinente abandonar la reunión y nos fuimos a la plaza, pasamos a comprar un par de latas y nos sentamos bajo un Plátano Oriental que, insensible, soltaba su alérgica semilla en nuestras narices. Había varios púberes en el preámbulo amatorio que manoseaban cautelosamente a sus parejas, hombro, cintura y los más atrevidos, piernas. En el tobogán unos niños chillaban, sus padres corrían a contenerlos.
-¿Qué tal va tu relación con la Ángela?
El Doctor Miguel en realidad no es doctor, pero conoce el nombre de casi todas las enfermedades que nos aquejan. Nadie comprende porqué tiene esa afición. En su familia no hay médicos ni farmacéuticos ni enfermeros, y él se inclinó profesionalmente por otra cosa. Su interés y cualidad poco común nos prende a todos.
¿Cómo se llama esa enfermedad que afecta al sistema digestivo y que lo hace producir caca espumosa?, Abetalipoproteinemia responde él deleitándose en la pronunciación. ¿Y esa que uno anda todo el día atontado y con sueño?, Narcolepsia. ¿Y esa que te empieza a llenar de manchitas de distintos colores el cuerpo?, Pitiriasis versicolor, ¿y esa que te hace llorar cuando te miras al espejo?, esa se llama Enanismo genital. Esa es la tuya, y la tuya Cretinismo. Y la tuya Imbecilismo terminal, y la tuya Síndrome de Sanfilippo. Siempre terminamos humillados por su erudición.
- Estamos bien -me respondió Miguel-, la Ángela y yo pensamos en el futuro, es buena señal, de estabilidad, supongo.
Un anciano agotaba sus últimas fuerzas ayudado por un bastón de madera. Caminaba por la vereda de enfrente encorvado bajo el peso de un abrigo marrón. Una boina a cuadros achataba su cabeza. Cruzamos un par de frases sobre la estabilidad emocional y luego nos pusimos a fumar en silencio.
- Y este par de idiotas qué hace aquí -pregunta Juvenal mientras se nos acerca a paso lerdo.
- A ti qué te importa -responde el doctor Miguel.
- Se perdieron el alzamiento del Levadura -nos cuenta-. Se fue encima del Piter y casi lo mata, lo aplastó con toda su liposidad y si no lo sacamos luego termina con su efímera existencia.
- ¿Entonces ya no habrá junta en la noche?
- Si habrá -Juvenal nos explica que la trifulca terminó bien, que vienen atrás, y luego agrega orgulloso que, confirmando sus máximas, se estableció el orden y la paz general. Los susodichos llegan abrazados.
- Bien, esta reunión es esencial -continúo yo-, tenemos que dejar listas las bases.
- Siempre y cuando Santibáñez traiga el borrador, ese tiene memoria de pájaro.
- Mala comparación. ¿Lo llamaste?
- Le mandé un correo.
- ¿Y cómo nos vamos a bautizar?
Juvenal se toma la cabeza, mira al cielo y abre los brazos como pidiendo clemencia. Lo habíamos discutido un millón de veces, nos denominaríamos “El Club Penta”. Al Piter le parecía una pelotudez poco original, si bien somos cinco los miembros fundadores para él no es razón suficiente.
- Hay que ser un poco más sofisticados -alega-, más ingeniosos.
- A ver, qué propones -le pregunto.
- No sé, puede ser algo así como “Red X”.
- Eso se parece mucho a FedEx. Además ¿qué relación tiene nuestra agrupación con la X? Qué manía es esa de andar poniendo X en todas partes como si fuera un símbolo de misterio.
- En la ecuación es un misterio -dice Juvenal.
- No es -digo yo-, sólo es una cifra que tarde o temprano se develará.
- Nosotros también -me responde.
- Sí, pero no somos una cifra -le rebato-, somos el germen de un nuevo sistema social.
- ¿Eso no más? qué mezquino.
- ¿Entonces?
- La Cruz o la Esvástica son insignias demasiado potentes, usadas, manoseadas, debemos alejarnos lo más posible de ellas -intervino el Doctor-, además, nuestro símbolo no debe estar incluido en el nombre.
- El nombre es el nombre y el símbolo es el símbolo -agregó Juvenal.
- No me digas.
- Nuestra organización se debería titular “Kátharsis” y nuestro símbolo un huevo.
- Los huevos te voy a cortar si sigues con tus huevadas.
- “Cogitationis” y el símbolo una interrogación.
- ¡Maldito escéptico!
- “Proyecto ánthropos” y el símbolo un hombrecito en miniatura que levanta a otro con la punta del dedo meñique.
- Déjense, así no llegamos a ninguna parte y nos vamos a la mierda antes de existir.
- Es lo que he dicho siempre.
- ¡Qué!
- Que nos vamos a la mierda antes de existir.
Llega Santibáñez compungido. Se sienta en el césped y nos observa. Todos lo acuchillamos con la mirada.
- Nos pillaron -dice en voz baja-, alguien nos delató o habló con alguien que nos delató, la cosa es que estamos jodidos.
- Lo sabíamos antes de que tú llegaras.
- ¿En serio?
- ¡Idiota!
- ¿Trajiste las bases?
- No, tuve miedo.
- ¡Cobarde!
- Tenemos que olvidarnos un tiempo de la idea, desviarnos o seguir nuestras vidas con normalidad -se justifica.
- Si quieres desviarte allá tú.
- Doctor, ¿cuál es la enfermedad que se cura con agua?
- ¿Hablas de la Potomanía?
- No, una que se cura tomando agua.
- No la conozco, ¿qué tiene que ver?
- Nada, sólo venía pensando en eso.
- ¡Disperso!
- No podemos rendirnos tan fácilmente ¿qué clase de disidentes somos?
En las facciones del Piter se delineó su típica expresión chusca, ausculté el suelo y vi una caravana de inquietas hormigas acarreando granitos de azúcar. Dispuestos a reconsiderar ciertas cosas por el bien de la organización, fuimos a comprar otra ronda de cervezas. Cuando llegamos a las banquetas ya íbamos en la insubstancialidad de la materia. El viejo no se veía por ninguna parte. Las hormigas continuaban su dulce faena.
|