Primero:
Estoy dentro de una farmacia realizando una compra. Afuera está el sujeto en cuestión y de la mano sujeta a un niño de unos cuatro o cinco años aproximadamente. El viste una camisa negra con rayas azules, unos jeans, zapatos y lentes (se ve muy guapo). Cuando termino mi trámite salgo a buscarlo, pero me doy cuenta que tomó el rumbo por su propia cuenta sin esperarme. Trato de alcanzarle, pero hay mucha gente y me cuesta pasar a través de ella, además, la vereda es muy angosta. En ese momento noto que es de noche, tipo nueve, y grandes edificios luminosos decoran el cielo, tal como en una ciudad asiática. También me doy cuenta de que hay un flujo vehicular bastante significativo y la gente parece ir más apresurada de lo usual.

Segundo:
Estoy conectado a una especie de chat que además sirve de juego en línea. Converso con el tipejo y le dijo que nos juntemos (en realidad no quiero verlo, solo quiero que me devuelva mi guitarra eléctrica). Me dice que no puede porque tiene que hacer aseo en su casa y siento rabia pues lo veo muy campante jugando en línea. Le insisto, porque de verdad quiero de vuelta mi guitarra y su respuesta sigue siendo una ene con una o. Luego me veo a mi mismo con la mano en la cara y con una lata impresionante (especie de alucinación extracampina). Estoy en una pieza con el piso de madera y el techo es muy alto, como en las casas antiguas. Por mi ventana se ven casas apiladas en un cerro, como en Valparaíso, cuyos colores resplandecen por el sol de medio día. Más allá de eso, se aprecia el mar, más celeste que nunca y decorado con hermosos reflejos de luz.