(Creado el 01.01.2011)

- No enciendas la luz
- Pero tu cuarto está a oscuras, ¿cómo puedes ver?
- Si quieres no entres – dijo el muchacho.
- Pero Johan… ya es hora que bajes a almorzar, estamos por terminar – dijo su hermana.
- En cinco minutos bajo
- Hace media hora dijiste eso, vamos, bajemos para almorzar – insistió su hermana.
Johan estaba sentado en su cama, mirando una hoja en la cual estaba haciendo unos garabatos, aunque para él tenían sentido, todo encajaba.
- Está bien, vamos… - dijo cuando terminó de hacer un último dibujo en la hoja.
Después de almorzar, agradeció por lo que pudo comer, como le habían enseñado y subió de prisa a su cuarto. Todo estaba, para felicidad de él, como lo había dejado.
- Ahora sí me dejarán tranquilo… es hora de armarlo – dijo mientras agarraba la hoja había dejado sobre su cama y se dirigió a su armario. Abrió la puerta y empezó a buscar entre su ropa y sus juguetes. Empezó a ver, identificar y seleccionar.
- Esto me sirve, esto no me sirve… ¿qué es esto? ¿Tenía aún esto? ¡Pensé que lo había botado! – eran algunas de sus frases.
Una vez que juntó las piezas que necesitaba, las recogió del piso y las puso sobre su escritorio. Buscó pabilo, pegamento instantáneo y algunos botones. Empezó a armar su máquina según el modelo que había dibujado.
- Esta vez va a funcionar y nadie podrá detenerme
Estuvo tres horas armando su máquina, aún le quedaba mucho por terminar. No respondió a los llamados de su madre para cenar. Cuando escuchó acercarse unos pasos, se levantó y cerró la puerta con llave.
- Johan, tienes que bajar a cenar… mamá ya está preocupada, será mejor que bajes… no querrás que te bajen a la fuerza… - dijo su hermana. Añadió que ya le había avisado, que después no se queje. Johan no le hizo caso, creo que ni la escuchó.
- Terminé – dijo con una emoción propia de un niño de seis años – Ahora haré funcionar mi máquina y al fin podré soñar nuevamente – añadió.
Volvió a su cama e hizo funcionar el pequeño motor de un carrito de juguete. Las hélices empezaron a funcionar, daban vueltas y generaban círculos de vivos colores. Él las contemplaba atónito. Empezó a ver que los colores se transformaban en imágenes y las imágenes en figuras con movimiento.
Empezó a escuchar voces. Tanto del otro lado de la puerta de su cuarto como de adentro de su máquina creadora de sueños. Los primeros le decían que abra la puerta, los otros que vaya donde estaban, para que soñara. Abrió la puerta y nunca dejó de soñar, siempre estuvo dormido.


(Espero comentarios)