"En esta ciudad, a las 8:00pm, parece que el cielo no se cansa de vestir celeste claro y a la cordillera no le da pudor asomarse tan hermosa."



Las cosas cambian Magdalena, sobre todo cuando se está en un lugar tan diferente y mientras caminas por Antonio Varas, las lágrimas que caen por tu rostro no te inundan nunca. Veintidos cuadras y no te inundas...

Voy en una especie de cámara lenta, casi abrazada a una especie de inamovilidad mientras lo demás gira, fluye o pasa a mi lado montado en una bicicleta, hay cosas que se me escapan por los poros y que no es capaz de revelar mi lengua. Todo alrededor tiene sabor a desconocido, pero por alguna extraña razón me siento completa, no tengo miedos que se comen mis uñas y pareciera que lo único importante es no dejar de luchar...

Por dentro sueño, me arrebato, me grito lo cojuda que he sido, me recrimino todo el tiempo que perdí, las penas que no lloré, etc, etc...
Ruego que la calle, de una vez por todas, intercepte con la de Diagonal Oriente para dejar de torturarme los tobillos, pero cada uno de los recuerdos viene a mi con una especie de réplica que me sacude los tendones y ese nivel de ansiedad, que siempre he fingido desconocer, comienza a sacudirse entre mis cabellos.

En segunda persona y en una calle que ni en tus sueños viste lo simplificas todo, lo separas todo; piensas que ha sido bueno tener una familia así, que no fue bueno que te comportaras asá, que para qué te tardaste tanto tiempo en descubrir que te molesta sentirte analizada, que mejor hubiera sido estudiar tal cosa y finalmente concluyes en que tu vida esta hecha una completa ¡mierda!

De pronto algo o todo cae, miro a mi izquierda y a mi derecha porque voy a cruzar la calle y de ningún modo tengo planeado cometer una torpeza y morirme justo ahora. Hoy por fin no tengo ganas de morirme. Busco un letrero negro que me diga dónde michi estoy y noto que es la cuadra número veintiuno cuando mis pensamientos quedan extraviados en el sonido de trompetas, en las notas de una marcha que tampoco conozco pero que sale de la escuela de carabineros y me detiene la vergüenza...

"Duerme tranquila, niña inocente,
sin preocuparte del bandolero,
que por tu sueño dulce y sonriente
vela tu amante carabinero."

Aún no termino de hacer mi acto de contricción y ya se me acabaron las cuadras (por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa.) Fue entonces que pensé en volver hasta Providencia, en desangrarme los tobillos, ya lastimados, por cada uno de mis pecados, pero asumí que a pesar de todo, de las circunstancias en las que fui envuelta, amasada, apresada, amada, querida, odiada, lastimada, era importante y sagrado aprender a reinventarse. Aprender a ¡vivir!

No se si en la vida existe el "borrón y cuenta nueva", como decía mi mamá, a veces es más duro perdonarse que perdonar. Hoy me ha dolido y me he dolido querida Magdalena, pero al llegar a Diagonal Oriente, por fin me he perdonado...







A Magdalena... porque ya va siendo hora de que concretemos sueños...